No nos gusta mucho Madrid, y por más mapas que cojamos al llegar del aeropuerto, no hay manera de entenderse con esa ciudad. Nos hemos pasado fines de semana enteros perdiéndonos, y dando más vueltas de las necesarias para llegar a un sitio que estaba a la vuelta de la esquina. ¡A la vuelta de la esquina! Y mi amiga, que a partir de este momento me voy a referir a ella diciendo mi amiga, se pone a darle vueltas al mapa que hemos cogido en el Dolce Vita, que tiene unas escaleras que parece que las ha puesto ahí un demonio, le da unas vueltas y dice:
-A la izquierda.
Y normalmente siempre es todo lo contrario, pero no aprendemos. Aquel día nos habíamos ido a comer, que era tardísimo, a un japonés, y habíamos estado hablando de qué ibamos a decir en aquella presentación, y al final no dijimos nada de lo que teníamos apuntado, pero da igual. Comimos en el japonés y… estoy pensando que me estoy equivocando de fin de semana, que lo que quiero contar es de otro día, pero da lo mismo. Entonces comimos en el japonés, que estaba todo buenísimo, aunque no fue lo mismo que cuando pusimos la mesa auxiliar en el centro de la habitación que habíamos alquilado para el fin de semana, y nos comimos la tortilla de patatas que nos había preparado mi tía, la que vive en Madrid, y que nos dio unos trozos enormes de pan y como sobraron me los comí por la noche al llegar, que estaba muerta de hambre.
Pero en realidad lo que me gustaría contar es la noche en que nos hicimos amigas del todo. Nos habíamos ido a dormir aquella noche cansadísimas. Definitivamente, me he equivocado y he juntado dos fines de semana, porque cuando lo del japonés y todo eso fue en otra habitación, pero bueno. Nos fuimos a dormir terriblemente cansadas, y con hambre… que me comí el trozo de pan y ella riéndose de ponerme a comer pan como una loca a las tres o las cuatro de la madrugada, y nos dormimos. Por la mañana, cuando ya era de día pero no había sonado el despertador, aunque no debía de faltar mucho, estaba soñando o algo, y nos habíamos puesto cada una un vaso de agua en la mesita de noche, porque como me había puesto a comer el pan, después me iba a dar sed, y era tempranísimo y ya entraba luz por la ventana, y voy… y le doy un manotazo al vaso de agua, que estaba lleno porque del sueño que tenía no me había levantado a beber ni nada. Le doy el manotazo, y se pone a caer el agua por todo el suelo. Me desperté un poco pero con cuidado, que no quería todavía desvelarme ni mucho menos levantarme, y miré que no se hubiera mojado nada importante. Y como no, me di media vuelta y me puse a dormir, con muchísimo cuidado de no desvelarme. Estaba convencida de que mi amiga no se había dado cuenta, y eso que tiene el sueño ligero, el más ligero que conozco, y estoy ya colocándome muy a gusto para seguir durmiendo, con esos ruiditos y moviendo la boca como un rumiante, que da gusto, y me doy cuenta de que se ha despertado, que se ha dado cuenta de lo del agua… y además está goteando y se oye un poco, y dice:
-Fusa Díaz.
Pero muy seria. Como se pone ella, que parece que está de broma pero está seria, y al revés también. Dice mi nombre y mi apellido muy seria, y que parecía un hombre de lo grave que había dicho mi nombre. Y en ese momento me dije:
-Es mi amiga.
Estaba enfadada porque la había despertado tirando el vaso de agua que no me había bebido por la noche, por dormilona, y ella con su sueño de gato, y el agua venga gotear en el charquito del suelo. Pero se dio la vuelta y se puso a dormir también, o a intentarlo. Y yo diciéndome es mi amiga, es mi amiga. Pero con mucho cuidado, con muchísimo cuidado de no despertarme todavía, que no me quería levantar aún a ese Madrid.
Entre muchas risas te digo: te adoro. Leer esto después de los días que he tenido (y que sigo teniendo) ha sido un soplo de aire fresco de ayeres felices. Que queden mucho Madrid(es) aunque no nos guste mucho. La compañía siempre eres tú y eso siempre es felicidad. Ay, preciosa.
Es que estaba en el autobús pensando que en nada vas a estar aquí, y que como estén los niños y nos despierten ya verás, y me he acordado del Fusa Díaz y me iba riendo… Al final he decidido escribirlo como prerregalo de cumpleaños, y que eres mi amiga y vamos a estar muy a gusto y muy tranquilas aquí.
Vale, sí, Madrid es un caos de calles, subidas, bajadas, idas y venidas, y ni siquiera los que llevamos aquí muchos años nos aclaramos a veces. Pero nos gusta este lugar, a medias entre poblachón castellano y metrópolis enorme. Nos gusta vivir aquí, y protestar mucho.
Pero, sobre todo y para lo que nos interesa ahora, Madrid es el sitio donde siempre se os recibirá con los brazos abiertos: tenéis amigos aquí; lo sabéis, ¿verdad? Se os quiere.
(Divertidísima entrada, Fusa… aunque uno tiene la impresión de estar metiéndose en asuntos personales que no le incumben… Perdón si molesto… Salgo enseguida).
Besos para las dos.
No os puedo dejar solas, verdad? jaja Mejor cambiamos Madrid por Barcelona ;)
Eli.
Si eso es lo que nos hace volver precisamente, Jose, los buenos amigos que nos esperan y nos miman en Madrid. ¿Por qué si no íbamos a empeñarnos tanto con la ciudad? Las chicas G&R también os queremos mucho, y ya tenemos ganas de volver a las andadas. Y no molestas nada, si también formas parte de este Madrid particular. Un abrazo grande.
Si por Barcelona también me pierdo, Eli, pero menos. Mucho mejor Barcelona que Madrid, ¡entre otras cosas porque así estás tú!
Un beso, guapa. Nos vemos pronto.
Precioso…cuanta ternura :)
me ha encantado…. ;)
Muchas gracias, Isa. Oye, compartís esta entrada una vasca y una madrileña, y se me llena esto de comentarios… Te vemos en el próximo Madrid. Un besazo.
¡Me alegro, Pep! Y bienvenido.
Bueno, soy un recién llegado a este blog aunque ya me he paseado entre las letras, ajenas, del otro.
Me he sonreído mucho con la narración de esta entrada.
Un saludo.
Es como entrar en un interior y dar vueltas, imagino que como por Madrid. Me encanta perderme en el laberinto de tus palabras.
Gracias, besos y días felices.