Los posesivos

Sé muy bien que en lugar de cartas
prefieres el teléfono. Yo, al revés.

NATALIA GINZBURG

De Agneta a Emma

15 de octubre

Querida hermana,
A partir de hoy viviré en un piso tan grande como el comedor de casa de papá y mamá. Me habría gustado que vinieras a verlo antes de dar el sí definitivo, pero estás en casa de la abuela y yo tenía mucha prisa por marcharme de la que hasta ahora era mi casa. Tengo cajas por todas partes, y ahora mismo se me hace cuesta arriba empezar a deshacerlas y vengas libros y más libros. Aún es más angustiante abrir las que no son de libros, por ejemplo la caja de los recuerdos, porque es como arrastrar la vida anterior hasta aquí, la vida que empieza en este preciso momento. Ya tengo decidido dónde colocaré los cuadros, la cómoda que barnizamos juntas en el jardín y las máquinas de escribir de decoración, pero aún tengo que pensar bien cómo me las voy a ingeniar para meter todas mis cosas en un sitio tan pequeño, tan pequeño que hasta lloro de pena, pena por haberme ido de casa, por haberme divorciado y que además todo haya coincidido con que tú estés en casa de la abuela.
De todos modos, conseguiré convertirlo en un hogar, que es algo que siempre he creído que me haría ilusión, vivir sola y decidirlo todo. Es lo primero que pensé cuando me dieron las llaves, que ahora empezaba una vida que siempre había querido tener, y no sé entonces por qué ahora estoy llorando como una pava, quizá porque lo estoy haciendo todo sola y no estoy acostumbrada a hacer las cosas sola, quizá porque simplemente divorciarse es triste y ya está, aunque seas tú la primera interesada en divorciarte.
Te escribo porque quiero contarte una tontería que me ha tenido todo el día de mal humor y que yo sé que es una tontería pero que de todas formas me ha tenido todo el día de mal humor: antes de irme definitivamente de allí, Oliver me ha dicho que por mi culpa no había pintado últimamente. Como lo lees. Que ahora que me iba por fin podría dedicarse, me ha dicho, y yo tenía tal pena recogiendo los últimos trastos que me he callado, pero ahora que he llegado al piso —aún lo llamo piso, no casa— me doy cuenta: ¿cómo podría yo haber impedido que Oliver, una persona adulta, en la treintena, con todas sus facultades intactas, pintara los últimos años… me lo puedes explicar? A los veinte años soñaba con ser artista y después ya vio que no lo sería nunca y simplemente dejó de pintar por pura desidia. Diría que es más bien el reproche de quien está desconsolado, o herido, y lo entiendo, pero sobraba. Entendería que me cargara con los últimos meses, y con las veces que elegí quedarme vagueando por las calles de la ciudad en lugar de volver a casa, y que lo hiciera digamos de forma premeditada, y hasta la premeditación podría rebatirla, pero ¿de no pintar? Yo sé que el matrimonio es una lata, y un incordio y que nos aleja de la persona que somos, de la persona que un día creímos que seríamos, y entiendo también que la vida cotidiana, la inercia y la rutina te empujan hasta no sé sabe qué hoyo y lo distorsiona todo. Podría entender que acusara a nuestro matrimonio de haberlo alejado de la pintura, del mismo modo que a mí me ha alejado de tantas otras cosas y por eso he querido divorciarme —me parece—, pero responsabilizarme de que no haya pintado los últimos años de casados me parece una absurdidad y no sé por qué me ha afectado más de la cuenta. Todas estas discusiones me angustiarían mucho menos si no tuviera las cajas por aquí incordiando, y el piso más desordenado que he tenido nunca, y seguro que también sería todo menos penoso si tú estuvieras aquí, pero entiendo que debes recuperarte, y que yo no tendría que molestarte con estas pavadas porque tú estás sola en casa de la abuela, con Tina por toda compañía —que ya sabemos cómo es—, y que no te puedes mover de la cama. Dime, ¿cómo estás?, ¿crees que podré hacerte una visita cuando acabe todo el jaleo de la mudanza? Mamá dice que no, que no sea pesada y no te moleste, y yo le digo que no te molesto, aunque de momento estas líneas que te mando quizá sí son una molestia, bueno ya me lo dices en tu respuesta.
Acabo de decidir que le escribiré unas cuantas cosas a Oliver, porque está herido pero no todo vale y alguien tiene que decírselo, y las cosas siempre se las he tenido que decir yo. Antes seguiré deshaciendo cajas, porque quizá lo que escribiría ahora sería desagradable y total para nada.

AGNETA