La terrible belleza del fuego

-Por tu poesía no está claro
si tienes un amante. ¿Amantes?
Eres endiabladamente circunspecta.
Dejé escapar una risa gutural estilo
Dominique y respondí: -Pensaba que así
era la poesía, Sr. Harrow: circunspecta.
Si no sería sólo chácara.
JOYCE CAROL OATES
Nuria Barrios dice que «Joyce Carol Oates posee una asombrosa capacidad para unir el bien y el mal, la fealdad y la belleza, la violencia y la dulzura, la venganza y el perdón». Lo escribe en El País a partir de la lectura de “Violación. Un historia de amor” y “Una hermosa doncella”, y si me sumo a sus palabras para hablar de “Bestias”, su novela-de-cuentos publicada en Papel de Liar, y también haciendo memoria con “El primer amor” y “Mamá”, podemos confirmar que, efectivamente, Joyce Carol Oates posee esa asombrosa capacidad. La voz de la niña que ingenuamente habla de, por ejemplo, la terrible belleza del fuego, vive dentro de la neoyorkina. Tanto Nikki como Josie, personajes de las dos novelas que he citado antes, están a medias entre el bien y el mal, la fealdad y la belleza, la violencia y la dulzura, la venganza y el perdón. En “Bestias” no podía de ser otro modo, puesto que esta dualidad que es casi un espejo forma parte del estilo literario de Oates. Gillian Brauer tiene en común con todas las demás la sensualidad, que es otro de los temas que Joyce Carol Oates desgrana con maestría en cada una de sus narraciones. Siendo el eje central y casi el chispazo original de toda la trama de “Bestias”, la sexualidad, el erotismo y unas descripciones sutiles pero explícitas conviven con sus personajes con toda la naturalidad que nos falta a nosotros a la hora de enfrentarnos a nuestro cuerpo y al de los demás.
El prólogo que escribió Isabel Núñez para “Un rey sin diversión”, de Jean Giono (publicado en Impedimenta y reseñado aquí), tenía por título “Jean Giono, la crueldad y la nieve”. “Bestias” podría estar perfectamente encuadrado en el universo gionesco, aunque Oates es mucho más clara y tiene menos sombras y escondites. La crueldad, la nieve y, añado, el fuego son tres de las coordenadas que nos van orientando en esta historia. Comparte con Giono otros puntos, y de ahí una breve comparación, aunque sean estilos y autores tan distintos: la belleza poética de una novela que, llevada a su máxima, podría convertirse en negra, se queda a medio camino. El misterio, un crimen y el suspense bien llevado hasta el final hacen que estos dos libros se encuentren en algunos aspectos. La diferencia clara es que en “Bestias” el ritmo danzante y particular del mundo de Oates lo lleva, sin duda, una voz adolescente que está totalmente expuesta a la ingenuidad y también a la sexualidad.
Gillian Brauer se ha enamorado de un profesor y prácticamente de su mujer, puesto que, como ella reflexiona al principio de la novela, cuando una ama a un hombre casado, aprende a amar de algún modo a su esposa. La poesía, el gran lugar común de una muchacha que se enamora del profesor maduro que en clase es a medias genio a medias seductor y, para darle un giro más, su mujer Dorcas, que es una artista odiada y amada por igual, hacen de esta historia un pequeño caballo desbocado que, pese a su fuerza y elegancia, mantienen un ritmo pausado aunque feroz. Así es Joyce Carol Oates: da rienda suelta y expone todo su potencial desde las primeras páginas, no tiene pudor alguno para mostrar lo que va a venir, dosifica la información sin que te des cuenta, porque es tanto lo que te ofrece que no puedes imaginar que todavía quede tanto por descubrir… y de pronto, te abandona con un final tremendamente loco y espeluznante. No podría estar más de acuerdo con Nuria Barrios en que Joyce Carol Oates posee una asombrosa capacidad para unir polos opuestos, para dejar al lector en un hilo de cuerda finísimo por el que tiene que ir haciendo equilibrios. “Somos bestias y ése es nuestro consuelo”. Así es como Oates justifica su ferocidad literaria. Es una bestia y ése es su mejor consuelo: no puede de otro modo llegar al perfil verdadero que le brinda la realidad sino transformándolo en una ficción así, dual, contradictoria. Salvaje como una bestia, con la terrible belleza del fuego, la crueldad y la nieve.

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