Egon Schiele
Para Elena,
mi torpe
la madre de Jara
Y una mañana le dije que había soñado con ella y con Jara, pero que había soñado cuando la niña todavía no había nacido y ella estaba embarazada. Le dije que estaba preciosa, que estaba completamente preciosa, con la barriga más redonda, más perfecta y más bonita que había visto en mi vida. Me dijo que eso sería en el sueño, porque en la realidad…
-Tú no lo sabes porque no te has quedado embarazada todavía, pero…
-Ni me voy a quedar, que seguro que soy estéril.
-No digas tonterías. Pues se te pondrán los tobillos como un elefante, que no te los verás. Eso para empezar. Y esa barriga redonda y perfecta, sí, bueno… pre-ci-o-si-ta que está una embarazada.
Entonces le conté mi teoría de que todas las mujeres, cuando se quedan embarazadas, se vuelven hermosas. Había estado los últimos meses probándolo, y cuando iba por la calle, o en el tren, o en el metro, o en un bar o una panadería o en la sala de espera del médico, miraba a las mujeres embarazadas, y cerraba un ojo y les miraba sólo la cara, y era una cara completamente vulgar, y cuando abría el ojo, y les veía la barriga, se volvían guapas. Y además da igual la ropa que lleven, porque como queda abultadita, y las camisetas y los vestidos quedan ceñidos y se ve perfectamente la curva, la ropa también se vuelve bonita.
-Ya. Eso es porque no te has quedado, de verdad. Pero cuéntame el sueño.
Y yo era incapaz de contárselo, porque sólo recordaba algunas cosas y eran borrosísimas. Sólo recordaba que estábamos en una casa de madera, pero una casa de madera enorme, que cabíamos cientos y cientos de personas. No sabía qué era aquella casa. Me encontraba con gente conocida, pero yo iba por algo muy concreto: Jara. Así que miraba todas aquellas caras, y había cuerdas de tender, con bañadores, como si fuera un campamento. Y de repente aparecía mi hermana y me decía:
-¿Qué hacemos aquí?
Y yo le explicaba que tenía que ir a ver a la madre de Jara antes de que naciera. Porque después la barriga le desaparecería, y a lo mejor ya nunca más la volvería a ver embarazada, y no me lo quería perder. Y cuando la encontraba entre todos los bañadores colgados de las cuerdas, y toda la gente, que armaban muchísimo follón, me iba hasta ella, y me decía:
-¡Corre, pon la mano ahora, que está guerrera!
Y yo ponía la mano y sentía perfectísimamente el pie de Jara. Perfectísimamente. Como si estuviera fuera de la barriga y le cubriera simplemente piel, que era la piel de su madre, de su barriga. Pero la sensibilidad de aquel pie era absoluta, y yo me emocionaba muchísimo. Así se lo conté a su madre, que se acariciaba el ombligo, y de pronto me dijo:
-Pero cómo vas a ser estéril tú, criatura…
…cómo vas a ser estéril tú, si alumbras belleza con cada tecla que pulsas. Cómo, cómo, a ver.
Pero eso es por ti… que eres una provocabellezas, y Jara una provocacuentos. Si no me llegas a pedir que te cuente el sueño aunque sea inventándomelo, esto ni siquiera existiría. ¡Pienso mucho en vosotras!