Ni los cuentos para niños (abro cursivas) de Mercè Rodoreda ni los cuentos infantiles (vuelvo a las cursivas) de Ana María Matute presuponían que el lenguaje debía rebajarse, los temas dulcificarse y las historias allanarse. Las historias de Los niños tontos o Intermezzo per a infants son crueles, oscuras, misteriosas o malvadas.
El noiet roger de Rodoreda empieza diciendo yo querría contaros una historia bonita. No sé si ésta lo será. Los finales de esos niños tristes y abandonados de Matute son de una ternura macabra, como acostumbra. Hoy en día no pasarían el filtro de literatura infantil políticamente correcta. En algunos de ellos no hay moraleja, o no es demasiado evidente. No existen los finales felices y por supuesto no se han apresurado a buscar palabras que los niños no deban buscar en el diccionario.
Que son para niños lo han decidido ellas, y los niños deberán adaptarse a los bosques encantados o las desgracias familiares. No habrá lugar para la compasión absurda o para un exceso de sobreprotección literaria. El mundo entero intenta evitarles el dolor, y por eso contrasta tanto con lo que las dos autoras han decidido que serán cuentos para niños.
Parece que hemos olvidado que los cuentos que más y mejor conocen las generaciones de niños modernas, tienen sus originales en los hermanos Grimm, y que la transformación que han sufrido para popularizarse ha convertido a la literatura que leen nuestros niños y niñas en una literatura vacía, llena de mensajes de buenas conductas y educación exquisita. Los finales, siempre dulces. Las historias, emotivas en su justa medida.
Pero las historias de adultos de Mercè Rodoreda y Ana María Matute son igual de profundas y punzantes que las historias para niños. Eso las convierte en autoras poco leídas en la etapa infantil, porque hemos creado, con la corrección, unas generaciones poco acostumbradas a historias como las que ellas escribieron para el público infantil: no quisieron, en ningún momento, tratarlo como un género menor. No es, por supuesto, apto para todos los públicos.
Artículo en El Periódico