La palabra pesquisa siempre me ha gustado, porque, aunque apenas he tenido ocasión de utilizarla, la aprendí leyendo a Carmen Martín Gaite. En cambio, esencia está en mi lista de palabras malditas. No me gusta, me parece afectada, fácil, una palabra manoseada por la sociedad, los medios, los gurús y los animadores. Durante algún tiempo la evité a toda costa. La tenía demasiado asociada, como ocurre con los olores, a ciertas explicaciones que no buscaban otra cosa que la autocomplacencia.
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