Por lo visto la abuela sacaba todas las tardes los tiestos al patio, a que les diera el aire y a regarlos con la manguera. Dice mi padre que no tenían flores, que eran plantas sólo de hojas verdes. Como ésas, dice —las de la tía Montse que ahora tienen una flor lila preciosa—, pero sin lo de arriba. Yo me imagino a la abuela encogida, como la conocí cuando aún no tenía nueve años, sacar todos los tiestos, arrugada como ella sola, y regando bien regadas las plantas. Luego, cuando ya dejaban las hojas de gotear, las entraba todas para adentro. Cuando ya no pudo hacerlo, pidió que lo hicieran. Y, no sé, ésa es la imagen que tengo ahora mismo, la de mi bisabuela para arriba y para abajo con los tiestos sin flor, como yo, que por las mañanas pongo todas las plantas de interior en la ventana, con las persianas levantadas, para que les dé el sol. También empiezo a preferir las plantas sin flor, sólo con hojas bien verdes. Y prefiero comprar las semillas a comprarlas ya crecidas. Ahora cuando por las mañanas alineo las plantas junto a la ventana y giro las persianas de madera lo justo para que les dé el sol pero no den mucho calor a la casa, pienso en mi bisabuela y digo —bueno, claro. Después de regar todo, pasaba un poco la manguera por el suelo, para que desapareciera el calor de todo el día, del duro sol extremeño; y yo también lo hago cuando riego por las tardes, pero no se nota nada porque con la humedad no hay nada que hacer. Una de las cosas más difíciles es escribir —y cuidar de las orquídeas, por eso Laura Fernández se ha pasado a los cactus, y hace bien—, pero no cuando tienes algo que contar, porque entonces escribir es un impulso —el impulso. Yo hoy quería contar lo de la abuela, que sacaba las plantas, porque cuando la conocí ya no tenía fuerza y no lo hacía, así que no lo podía recordar y el otro día mi padre me habló de esa otra abuela, encogida y arrugada pero fuerte aún. Hoy he comido con Izaskun Arretxe y Milena Izaskun, y cuando he llegado a casa he leído una columna de Milena que ha escrito en El País y he pensado en mi bisabuela, y en que cuando se tiene algo que contar, se tiene que contar. La escritura difícil, la reposada, hay que dejarla para las novelas.