Mi hermano dice que no sólo hay que ser un tío duro, lo dice así, sino que hay que parecerlo. Le pregunté cómo se hace para parecerlo y dijo que él, por ejemplo, cuenta los pasos cuando va por la calle, y que cada cien, escupe. Yo he empezado a hacer lo mismo: uno, dos, veinte, treinta y tres, cuarenta y dos, cincuenta, sesenta y siete, setenta y cuatro, ochenta y nueve, noventa y nueve y… zup. Escupo.
Otras cosas que uno puede hacer para endurecerse es no ser cariñoso y no dejar que los demás lo sean contigo, pero eso ya me cuesta más, así que cuando le pido a mi hermano que por favor me deje acariciarle un brazo o el pelo, me dice: un minuto, o: tres caricias. Y ni una más, no me deja ni una más. Tampoco se pueden usar diminutivos, y más cosas que ahora no recuerdo. Lo de escupir se me da mejor, menos cuando me descuento, que entonces no sé si me estaré pasando de duro o no llegaré.
Desde que le dije que, de verdad, de verdad de la buena, quería ser un tío duro como él, me somete a pruebas. La primera fue: dormir profundamente toda la noche y, al amanecer, despertarme con un grito que, claro, él pensaba dar. Depende de mi reacción, así de duro sería. Llorar no es lo que esperaba de mí pero fue finalmente lo que se encontró, que estaba asustado como una niña, según me dijo. Le contesté que si al menos me hubiera avisado de que ésa iba a ser la prueba, me habría dormido de otra manera, más concienciado, pero un tío duro debe estar preparado para cualquier contratiempo, incluido un grito.
La segunda prueba fue hacer el pino en una de las paredes de la cocina, porque como está alicatada hasta el techo, no se ensucia cuando apoyamos los pies. Hay que aguantar el máximo posible, y a medida que avanzas en tiempo, se va complicando: hacer el pino mientras silbas, hacer el pino mientras hablas, hacer el pino mientras cantas. Yo de momento sólo hago el pino, porque a duras penas me aguanto en la posición. Le he preguntado si no será de poca dureza hacerlo en esa pared para no manchar, pero dice que, muy al contrario de la que la gente cree, ser un tío duro no está reñido con ser limpio.
—Ser duro no significa ser un cerdo, métetelo en la cabeza.
La prueba más difícil ha sido la de esta mañana. Mi hermano tiene en su habitación una tabla de mareas y sabe siempre cuándo hay bajamar y cuándo pleamar. A veces se lo sabe de memoria, porque conoce el tiempo que varía de un día para otro. Me ha llevado a unas rocas que él descubrió y cuando hemos llegado todavía era pronto. Las rocas dejan una piscina natural en el centro, y cuando hay bajamar parece una balsita (balsa). Él quería esperar a que subiera un poco, y cuando sube se va filtrando el agua por todas partes, como varios ríos que van a dar a la piscina, así le llama. Mientras esperábamos a que la marea estuviera alta, yo me he ido a mirar las pozas, que es lo que más me gusta. Cuando estaba ya muy lejos, acariciándole la cabeza a unos cangrejos que había entre las rocas, me ha llamado para decirme que ya estaba lista. Al llegar, he visto que había tenido que subir algunos pies para que el agua no le alcanzara.
—Ahora te tienes que subir a esa roca, la que parece una escalera, y quedarte quieto.
—Pero ¡si ahí rompen las olas!
Y ésa era la prueba: quedarse ahí quieto con las rolas rompiéndote cada vez más alto, a ver hasta dónde aguantas. Al principio me he quedado bien porque el agua sólo me salpicaba las rodillas, aunque con fuerza, pero después ha empezado a subir y me he dado cuenta de que si quería salir de allí, tenía que trepar, porque el mar estaba embravecido. Mi hermano estaba ya arriba, cuando he querido pedirle ayuda, y se reía a carcajadas. Me he visto, como se dice, con el agua al cuello, y le he gritado lo que siempre le dice mi madre cuando se porta mal, cuando se pasa de tío duro:
—¡ESTÁS COMO UNA REGADERA!
Qué bueno. Me encanta.
Ahora me ha dado a mí por los blogs otra vez. Desfasada que estoy/soy. Harta de Me gustas y Favoritos. Necesito cantidad, leer y hablar mucho.
Me ha recordado un poco a Klaus y Lucas, pero con gracia y ternura.