Hoy mi amigo Nico cumple años y es como si dijera: mi alma cumple años. Algo así. Cuando Nico era pequeño cerraba los ojos y su madre le decía ¡Nico! Pero su madre es argentina, así que decía algo parecido a ¡Níco! Es decir, con un punto alto en la í, un ¡Níco!, un saltito, y después la o se le alargaba un poco, como hacen los argentinos, así que en realidad vendría a ser algo como:
—¡Nícö!
Le pedía que no se durmiera y Nico decía que no se estaba quedando dormido, sino que estaba mirando hacia dentro. Eso lo sé, como sé otras cosas, porque la madre de Nico me lo ha contado, y porque una vez estuve ahí en su casa, recopilando cartitas, notas y dibujos de Nico y de sus hermanos, descubriendo cómo había sido de pequeño. No sé mucho de mi infancia pero sí de la de Nico, así que por eso hoy cumple años mi alma. Nico miraba hacia dentro y decía que había mujeres hermosas en el cuarto de la derecha y en el cuarto de la izquierda. Nico se enamoraba constantemente y a menudo se enamoraba del amor y a las mujeres lo único que hacía era respetarlas, cosa que a las mujeres nos pillaba un poco de sorpresa y bueno. Casi siempre digo que cuando pienso en Nico, en determinada época de mi vida, a buen seguro me estaba saltando una clase. Me acuerdo perfecta y especialmente de una mañana que yo —es que no puedo con esto— y Nico me dijo que fuéramos a la cafetería y allí se extrañaba de que alguien pudiera hacerme daño, porque para Nico la idea de su alma y del dolor se repelen, y no podía comprender algunas cosas. Si me preguntan por Nico, respondo por un día que estuvimos hablando en el sofá de un bar de Enric Granados, que nunca me acuerdo de cómo se llama, y me hablaba de cosas como él me habla de las cosas: temblándole la barbilla. Que yo pienso: como se ponga a llorar vamos a parecer dos tontos, dos niños pequeños. Porque yo sé cómo era Nico cuando era pequeño y digo ¡alma! y digo ¡Nícö! Hoy cumple años un amigo mío, mi amigo al que le gusta que masque chicle con la boca cerrada y me lo dice ¡eh! ¡qué bien comes chicle!, y yo me pongo toda orgullosa. Ese amigo cumple años y mi alma también. Cumple un año y otro y sigue siendo muy particular y yo me sigo riendo de su nariz y también tocándole el pelo porque no existe cabeza con más rizos por centímetro cuadrado. Ése es Nico ¡Nícö! el que se cortaba el pelo en mi habitación del Raval, del que me sentí orgullosa cuando fue grosero por primera vez, porque antes Nico siempre era encantador y, bueno, tampoco se puede ir así por la vida, que después. Mi alma cumple años y cierra los ojos y mira hacia dentro y dentro… un amigo mío.