Además de talento, personalidad y fuerza, Frida Kahlo tenía mucho sentido del humor. Desde las primeras cartas a su amor adolescente, Álex, hasta las últimas amargas a Diego, pasando por la correspondencia con amigos, familiares y médicos, Frida Kahlo no perdía la autocrítica, el reírse de sí misma, bromear con su cuerpo, con su lesión, con su falta de continuidad en las relaciones a distancia, con el amor. Sin sentido alguno del ridículo, se mostraba a sí misma como una mujer alegre: inventando palabras, sucumbiendo a la ternura, buscándose motes simpáticos. Pero hay algo con lo que Frida no bromea: la maternidad. A pesar de valerse, definirse y mostrarse a través de sus cuadros, en “Ahí les dejo mi retrato”, sus apuntes personales reunidos en Lumen, la mexicana se maneja con las palabras como si —también— hubiera nacido para ello. Habla y escribe con naturalidad de cualquier aspecto de su vida: de la maternidad también, pero, a diferencia del resto, con dolor. Frida tuvo dos abortos provocados y uno —leo— natural, entendiendo que lo natural para el cuerpo de Frida era el rechazo. El accidente que tuvo siendo adolescente le dejó secuelas en el —como ella decía a menudo— espinazo incurables, irreversibles. Entre lo incurable, además de un corsé y de muchísimo tiempo postrada en una cama, el cuerpo de Frida se resistía a la vida. Consciente de la limitación que sufría y de la vida tan activa que llevaban Diego y ella, excepto en el último aborto, Frida siempre se resignó a no ser madre y lo aceptó estoicamente. Pero hubo una vez, una, en que creyó que podía ser posible la luz. Siendo ya una mujer madura y habiendo explotado parte de su lado más social y vital, la pintora se queda embarazada y, por primera vez, consulta con su médico si puede tirar adelante con su frágil pero esperanzadora maternidad.
Después de sopesar los pros y los contras, de atender las opiniones de su médico de confianza y del médico que la atendería en caso de asumir los riesgos, decide —a pesar de la distancia que toma Diego con el tema— seguir adelante. Con mucho reposo, con mucha precaución, Frida vive prudentemente con su embarazo y se siente ya madre de la misma manera que se siente mujer o mexicana o pintora o la esposa solícita de Rivera. Pero en el cuerpo de Frida, en su debilidad, lo natural es un aborto y se queda, en poco tiempo, sin madre y sin hijo. Rotas las raíces naturales tanto pasadas como futuras, el único nacimiento que le queda a Frida, además de aceptar que ya no habrán más opciones para la maternidad, es el suyo y el de su amor. Así, no es de extrañar que todo ese amor, que también era lo natural en ella, se reconduzca hacia Diego, aunque para él no sea siempre una prioridad. Pero no importa: la naturaleza, su país, el extrañamiento, la pintura, los autorretratos, las cartas, la constante búsqueda y explicación de sí misma a través de las diferentes vías que explotaba: todo en Frida era un nacimiento. El mundo entero se hace evidente ante ella, y Frida se presta para cualquier interpretación de la maternidad, que es un tema que no da para chiste. En una de sus obras, Frida pinta un cuadro de su abuela, pinta a su madre pariendo, la pinta con la cara oculta entre las sábanas sobre las que está dando a luz, y se pinta a ella naciendo. Pinta el desgarro de sí misma, su incapacidad para definirse, además de a través de la pintura o la escritura o el sentido del humor o la ternura, su incapacidad de definirse a través de un hijo al que no dará a luz. Nace, de sí, una Frida estéril y sumisa ante lo natural. En las cartas, ahí nos deja su retrato y nos deja también su fracaso de alumbramiento. De todas las veces que Frida quedó incapacitada en una cama, que fue, a lo largo de su vida, tantísimo tiempo, sólo de una quedó hondamente lastimada: en el hospital de Detroit, cuando dejó de ser, después de tres meses y medio, casi una madre.
¡Oiga! Déjese de tantas fridakhaloadas que me va a volver loca. El día que ese libro caiga en mis manos…
Debería usted pedir este libro para Navidad, porque le va a encantar. Y no se vuelva loca todavía, que falta aún un último capítulo que saldrá en el siguiente número de la revista.
Dese por besada.