Los Donoso: crónica de una muerte (no) anunciada

Pilar Donoso, en las primeras páginas de “Correr el tupido velo”, dice que cree «en el olvido como parte de la supervivencia». Escribe sobre ello para justificar la sorpresa que puede haber sido una biografía a cargo de la hija de José Donoso, con todos los pormenores que ello conlleva. La primera sorprendida fue ella, que se armó de valor y cogió los sesenta y cuatro volúmenes de diarios, vendidos a la Universidad de Iowa, y buscó la luz, la coherencia, el orden y la máscara verdadera del escritor chileno. El primer capítulo de esta conmovedora y asfixiante biografía de José Donoso es probablemente el más personal. Pilar Donoso, hija del escritor, expone los motivos que le han llevado a escribir este libro. Se llega a preguntar si, después del dolor que le ha supuesto leer los pensamientos privados de su padre, no será una especie de venganza hacerlos públicos (previa selección). Aunque empieza algo dura, después el tono de Pilar se suaviza, porque, como en más de una ocasión asegura, ha amado y odiado a su padre cada instante de su vida, intercalándose sus sentimientos y dando como resultado una relación diferente, extraña, pero completa a muchos niveles. Uno de los temas que más pongo en duda es, siempre, la moralidad de la persona que recoge los diarios secretos y los expone al público que, no lo niego y asumo mi papel, está sediento de intimidad literaria. La hermana de Carmen Martín Gaite hizo una selección y publicó en “Cuadernos de todo” sólo lo que atañía a la vida literaria de su hermana, guardando para sí misma y los suyos los secretos de la salmantina. Pero tenemos correspondencias entre amantes, tenemos miserias expuestas en nuestras librerías que guardamos con orgullo. Tenemos los diarios de Virginia Woolf, y los tenemos porque buscamos su locura entre sus letras, y buscamos a Leonard Woolf para que no se nos escape nada, para que leyendo sus obras sepamos reconocer quién fue, y por qué. Tenemos las novelas póstumas de Roberto Bolaño; novelas que él guardó en un cajón, quizá avergonzado, quizá con el proyecto futuro de revisarlas y corregirlas. Las tenemos y las leemos sin escrúpulos. Las compramos porque queremos saber. A menudo no nos basta con sus obras, y la muerte es la única que no nos impide revolver entre los cajones y la memoria de los que bajo la tierra nos merecen un respeto. Este pudor que siempre siento cuando leo diarios, correspondencias y confesiones (porque sí, los leo) es diferente en “Correr el tupido velo”. José Donoso dejó asignados sus biógrafos, planteó varias veces en sus propios cuadernos publicar un diario de escritor (ya que, como vemos a lo largo de la biografía, lleva al día a todos sus personajes como si fueran pacientes). Entonces me planteo algunas dudas. Cuando un escritor es tan consciente de un lector en sus diarios, ¿hasta qué punto es honesto en lo que escribe? Por suerte, son sesenta y cuatro los cuadernos intactos de José Donoso, y aunque muchas veces sí tiene presente a un futuro lector, la mayoría de sus textos son íntimos, sinceros y personales. En ocasiones escribiría lo que quería proyectar de sí mismo, pero no nos engañemos, ni siquiera un escritor puede serlo veinticuatro horas al día durante toda su vida. Quizá José Donoso lo era gran parte de su tiempo, pero se hacía concesiones a sí mismo. Pilar Donoso cree, sin embargo, a pesar de haber empezado (en los últimos años de vida de su padre) un proyecto conjunto como biógrafa y escritor en el que hablaban y dejaban grabaciones para la futura escritura, que «él nunca imaginó que yo sería capaz de emprender este proyecto como lo estoy abordando ahora». Abordarlo de este modo significa desobedecer, en parte, las charlas que mantenían en el despacho, donde José Donoso hablaba de sí mismo como quería ser y no como verdaderamente era. En muchas ocasiones, Pilar Donoso nos demuestra cómo Donoso era un fabulador de los pies a la cabeza, incluso en su vida cotidiana, confundiéndose a sí mismo y a los que tenía a su alrededor. Su hija, así, escribe este libro extenso e íntimo como un proyecto personal, una salvación. Pone de ejemplo la novela “Al faro”, de Virginia Woolf, que sirvió de cura y exorcismo tras la muerte de su madre. Confía, entonces, en que su libro “Correr el tupido velo” la alejará de la ausencia de su padre (que le hizo creer en su inmortalidad), y ella será Pilarcita (como la llamaba) o Pilar, o será quien quisiera ser, o no será nadie. Con esta premisa, en el primer capítulo, antes de ahondar en la vida de su padre -personal y literaria-, intenta hacer un poco de limpieza. Intenta arrancar las malas hierbas de los cuadernos: se justifica. Nos expone por qué y cuándo lo hace, en qué condiciones, qué busca. Lo que su padre había querido para ella, siempre, eran unas raíces, y le ofrecía las suyas como si pudieran valerle. Pero no fue así. Quizá -pensaría ella- la verdad podría ser una patria, un lugar al que volver o en el que quedarse. Así que empieza por el principio de su historia y no la de su padre. Expone las cartas y las contradicciones de su padre, en las que unas veces es vista por los ojos azules, tiernos y paternales, y otras por la tiranía de las paranoias que sufría José Donoso. Esta dualidad es el veneno y el precio que Pilar Donoso tuvo que asumir y pagar para llevar a cabo este asunto, y por eso se va cuestionando: «Uno no debiera conocer los pensamientos más íntimos de nadie». Quizá porque somos miserables en nuestra primera versión, José Donoso tenía una gran habilidad para mostrar su propia oscuridad, sin recelo, a pesar de que muchas veces lo que lograba era maquillarla y hacer literatura de su propia mediocridad. Y tras todas las explicaciones, tras la justificación, tras ese velo tupido que José Donoso corría en su vida y Pilar Donoso intenta descorrer en las 440 páginas que componen este volumen publicado en Alfaguara, empieza la historia de los Donoso. Una historia llena de sombras y secretos, de contradicciones, pero también de un amor incondicional, de paciencia y de palabras. José Donoso en estas páginas no es José Donoso: es Pepe. Y en ese detalle tan minúsculo encontramos la diferencia entre su obra literaria y lo que en “Correr el tupido velo” van a contarnos. José Donoso no es la solapa con un listado de obras, premios y condecoraciones; no es un escritor chileno que perteneció -aunque más discretamente que algunos de sus compañeros- al Boom latinoamericano en Barcelona. No es nada de lo que hasta ahora habíamos creído que era: es Pepe. El marido de María Pilar Serrano (María Ester, en realidad), el padre adoptivo de Pilar Donoso (que tampoco es Pilar Donoso, sino, como ya había mencionado anteriormente, Pilarcita), el fiel y acomplejado autor de su agente, Carmen Balcells. Es un hombre fuerte mentalmente en la mayoría de sus años, débil y enfermizo, y muy contradictorio. Acostumbramos a ver en las biografías de los escritores cómo estaban ligados a sus obras y cómo ello afectaba a sus vidas. Dichas biografías suelen estar escritas por personas que no sufrieron las consecuencias, y por ello no hacen hincapié en pequeñeces que sólo podrían interesarle a alguien que estuvo en medio: una hija, una esposa. Por eso, algo tan sencillo como que José Donoso y María Pilar eran personas incapaces de hacerse cargo de las cosas más prácticas (la economía, las cuentas en el banco, la casa) forma parte de esta visión de Pepe. Entre los aspectos más literarios del escritor, destacan el verse constantemente condicionado por la economía (por eso acaba viajando una y otra vez a universidades para dar conferencias o clases, y eso le llevará a dos versiones de sí mismo que le forjaron el carácter: por una parte, la importancia de viajar para conocer; por otra, el desarraigo y el autoexilio, el no sentirse de ninguna parte), la importancia de las casas y de los jardines, formar parte del Boom por situación y época pero quedar un poco al margen, sentir unos celos extraños de Gabriel García Márquez, sentirse fracasado (al final de sus días) pese al éxito (el eterno clochard) por ser el menos rentable y elogiado (a pesar de que Carmen Balcells -figura querida y temida por igual, hasta el punto de tratar la gordura en uno de sus personajes con sumo cuidado, para no ofenderla ni a ella ni a las mujeres grandes que pudieran sentirse identificadas o retratadas- le otorgue el título de el más escritor de todos los novelistas), y también cómo las partes de realidad que habitan en sus novelas (y cómo “Conjeturas sobre la memoria de mi tribu” -una especie de regalo a su hija que, como adoptada y nómada, le ofrecía para que formara parte de algún lugar, de alguna familia- le enemistó con algunos parientes), o la otra cara de la moneda (sus invenciones dentro de su vida cotidiana), le pasaban factura. Todos estos perfiles de José Donoso, que es Pepe, se van dando a medida que avanzan los años, a medida que avanza su obra. Organizada la biografía cronológicamente, pero también por etapas de escritura y etapas de lugares en los que vivieron, vemos cómo evoluciona un José Donoso cada vez más perdido y confuso. “Correr el tupido velo” no es sólo un homenaje a la figura de un escritor que no disfrutó del reconocimiento que merecía, no es sólo un exorcismo de Pilar Donoso, es también -en menor medida y si estás atento- un perfecto homenaje para las mujeres (esposas) olvidadas del Boom. La biografía es exclusiva y única precisamente porque la perspectiva es la de una hija, y por tanto también aparece María Pilar. La diferencia entre escribir la biografía de un escritor desde fuera o dentro de la casa en la que vivió es vital. En este caso, las mujeres del Boom son meras espectadoras de la revolución literaria que provocaron sus maridos en la ciudad catalana. La Gaba (la mujer de Gabriel García Márquez), que aparece poco y en boca de María Pilar, es una mujer inteligente y brillante, y nos deja una frase irónica que define muy bien la condición de acompañante: «pobrecitos, cómo sufren». Gracias a que Pilar Donoso era hija y no una simple admiradora de la obra de José Donoso, gracias a que se convierten en Pilarcita y Pepe, podemos rendirle homenaje y mencionar a sus mujeres. 
La relación de sus padres como matrimonio fue complicada desde el primer momento. Primero por los problemas de María Pilar para quedarse embarazada, después por establecer socialmente un primer puesto y un segundo, terminando por la poca vida íntima y sexual que ambos mantenían, la esposa de José Donoso se autodestruye a base de alcohol y váliums. Aunque parece que Pilarcita es mucho más crítica con su madre que con su padre, puesto que él encarna la figura de todopoderoso e importante, se va reconciliando con la figura materna, que es mucho más compleja -tras la lectura de sus memorias- y triste de lo que en un primer momento le pudo parecer. Así, en “Correr el tupido velo” no sólo hay lugar para José Donoso, sus dificultades para escribir, su autocrítica feroz y su miedo a la seca literaria: también hay lugar para una mujer como Pilar Donoso que no sabía cómo gestionar su yo, no sabía cómo formar parte de esa tribu que su padre le cede. El problema de que Pilar Donoso se desnude, a través de la biografía de su padre, y nos muestre sus debilidades, sus miedos y su condición de adoptada (acabándose con un primo suyo, creando la familia Donoso Donoso y formando parte, esta vez de veras, de la familia chilena -donde finalmente se instalan-); el problema de que Pilar Donoso corra el tupido velo de sus padres y queden filtrados sus problemas existenciales, es que, meses después de la publicación del libro, tomó la decisión de acabar con su vida. ¿Qué provoca este suceso? Si sumamos que José Donoso tenía la etiqueta de homosexual reprimido; si tenemos en cuenta que pretendía escribir una novela en la que una hija, tras descubrir la verdad en los diarios de su difunto padre, decide suicidarse; si nos hacemos cargo de que hay una cierta similitud (a la que ella misma alude en las primeras páginas: «Al parecer he logrado zafarme del fatal destino que él me asignó en su diario el 23 de abril de 1993»)… la prensa sensacionalista jugará, como jugaba José Donoso, a novelar las vidas y atar unos cabos que deberían quedar sueltos. Son muchos los que han optado por confirmar que Pilar Donoso se suicidó tras la lectura de los diarios de su padre, como si la verdad (convengamos que todos hablan de esa verdad como la homosexualidad del escritor) no la conociera anteriormente y hubiera sido definitiva. Somos muchos los que queremos jugar a ser donositos, como se denominaba a sus discípulos, y queremos entender que Pilar Donoso obedeció el destino que su padre le asignó en sus notas para que el ciclo de los Donoso quede perfectamente cerrado, literario. Para ello, para dar por válida esta versión, sería necesario no haber leído “Correr el tupido velo”, biografía en la que Pilar Donoso habla de la homosexualidad de su padre con conocimiento de causa (después de un comentario desafortunado en la mesa, María Pilar le dice: «¿Es que acaso no sabes que tu padre tuvo experiencias homosexuales cuando era joven?», zanjada así la posibilidad de que su hija desconociera esa faceta del escritor -aunque es tratada como una máscara más del chileno-), y también querer dejar, por encima del talento y las miserias de Pepe y los Donoso, el único tema que parece importar. ¿José Donoso era homosexual? ¿Se suicidó Pilar Donoso tras el dictado de su padre? Padre e hija consiguieron de veras correr el tupido velo y ocultarse tras él, para desgracia de los que buscan el morbo y lo exponen obscenamente, y dejarnos con tantas incógnitas que, incluso si publican los diarios completos del escritor, pertenecerán solamente a ellos. De lo demás, de la verdad, sólo nos queda especular y jugar a las novelas. Los donositos huérfanos.

2 thoughts on “Los Donoso: crónica de una muerte (no) anunciada

  1. Llevo reservándome este momento varios meses. Ya está, ya toca. Empiezo el libro “Los de entonces”, la versión de María Pilar Donoso, la esposa del escritor. El Boom visto por ojos de mujer. Mientras me enDonoseo de nuevo, lo que voy a hacer es colgar este artículo, que escribí para el #19 de Granite Rainbow.

  2. Fue mi lectura de este verano. Me apasionó y me sobrecogió por la dureza y la transparencia como quedan retratados tanto Pepe como Pilar. Y la Pilarcita… de vez en cuando miraba su rostro en la foto, era como familiar, pero conociendo el dramático final, era terriblemente triste.

    Me ha gustado descubrir tu artículo, muy bueno, gracias.

    Un saludo

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