Música gallega

«Lo echaron a suertes y me tocó a mí. Creo que hicieron trampa, pero me callé». Así empieza el primer cuento de “Narrativa breve completa” de Carlos Casares, titulado, igual que toda la primera parte, “El juego de la guerra”. Así, con suma naturalidad, con un tono entre infantil y tierno. Podría parecer, entonces, puesto que la mayoría de ellos están escritos en ese mismo tono, que estos cuentos son sencillos, que son fáciles. Cuando estamos frente a prosas tan depuradas y orales, a menudo tendemos a pensar que ese cuento lo podría haber escrito cualquiera. Bien; en este caso, ese cuento y tantos otros los ha escrito solamente Carlos Casares. 

 «Él sabe que mañana volverá para su pueblo y que este invierno las clases en la facultad serán más aburridas que nunca y que los domingos lloverá y él irá al café con los amigos a decir chistes, a hablar de las muchachas que pasan por delante del gran ventanal, el primero a la izquierda según se llega de la calle. Y no le quedará ni la pequeña esperanza de que llegue el verano». 

Nada más lejos de la realidad: escribir un relato que podría decirse -no recitarse, decirse- encierra la misma o más complejidad que uno cargado de cultismos y prosa poética. Estos cuentos se han quedado en el esqueleto, tan breves, y por eso esconde cada uno de ellos un tesoro. Casares se queda en la superficie del cuento, decía, mostrando sólo lo esencial; esa superficialidad, esa cotidianidad es precisamente lo que dota a su obra de algo especial y más profundo. Narrar la pequeña venganza de un niño, el discurso de un borracho, la espera de un viejo… todas las escenas que dan unidad a la primera parte son del todo corrientes, y ahí demuestra Casares su maestría cotidiana, del día a día: no necesita más para escribir un hermoso cuento. 

«Si se cabrea, que se cabree. A mí qué. Aguanto y adiós. Me va a matar o qué. Si se cabrea, hala, a beber, a beber y a cantar, o qué. Ya sé el cuento. Nada de gritos ni alborotos. Conozco bien el asunto». 

Por eso, en los primeros relatos deja constancia de algo que no debe pasar inadvertido: para que un cuento sea un buen cuento, basta, a veces, con ceñirnos lo máximo a la realidad. Describiendo escenas más que cotidianas y lugares comunes, ayudándose de voces tiernas y humorísticas, los cuentos que componen “El juego de la guerra” son ricos, divertidos y conmovedores: la mezcla no falla. Quizá porque es donde más oralidad hay, es ahí donde encontramos la música gallega a la que hago referencia en el título. Hay un tono y una musicalidad que nos permiten leer estos cuentos en clave gallega. Desconoces, mientras lees, qué está traducido y qué escribió directamente en castellano, pero lo cierto es que hay un estilo y una voz muy marcada en todos ellos que recuerdan al acento -que todos tenemos presente- gallego. 

«Ahora ya pasó y no hay paragüero que lo arregle y es mejor callar por si acaso, por si vuelven y te zurran y te dicen: “Venga usted con nosotros”; que te lo pueden decir, y te llevan, que te pueden llevar, y te meten en aquel cuarto y te preguntan: “¿En dónde estaba usted el sábado a las dos de la mañana?”. Eso por preguntarte algo, y tú no sabes qué decir y te sueltan una hostia y aguantas, porque aunque no quieras aguantas […]». 

Cuentos enteros con pocos puntos de puntuación para hacerlos más ligeros, motes, madres, rezos y juegos que todos tenemos asociados a la infancia, dan el carácter a esta recopilación de la narrativa de Carlos Casares. Para los amantes de la cultura (ficticia y humorística) gallega, la segunda parte está plagada de referencias y textos breves vinculados a Galicia. A los que les interese menos este tema, más histórico, encontrarán en la primera y la tercera parte (más cajón de sastre, con los cuentos dispersos) razones más que suficientes para acercarse a la obra de Carlos Casares. Lo importante de esta antología no es solamente el poder que tienen por sí solos los relatos de ficción o que el libro pierda un poco de fuerza en la parte del medio, un poco más periodística y encerrada en un tema más limitado, lo importante de esta antología es que Carlos Casares nos llega traducido y nos llega lúcido, moderno y diferente. Entonces, hay que darle un punto más a toda esta narrativa reunida, y es por la labor que hacen desde Libros del Silencio por acercarnos las mejores voces gallegas al resto del país.

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