Arancha y Lorena, en el río
te acuerdas en el río
un pez muerto inflado
muerto flotando
muerto nuestro
muerto en el río
te acuerdas en el río
Lo más desagradable que nos pasó en el río fue aquel pez muerto. Estábamos levantándonos ya para irnos, para secarnos con la toalla, y pasó un pez muerto. Lo primero que pensé fue que si hubiera bajado por el centro del río, justo cuando estábamos sentadas de espaldas, nos habría tocado, se habría chocado con nuestro cuerpo y al girarnos nos lo habríamos encontrado ahí, con la boca abierta, con los ojos abiertos. Dije que qué grande, y Lorena me dijo que más que grande estaba inflado. Era verdad, se había llenado de agua y estaba flotando, porque los peces hasta cuando se mueren flotan y los pobres no pueden hacer otra cosa. Eso fue lo más desagradable, aunque ahora hasta cuando nos ponemos a hablar del pez nos da cierta nostalgia. Pero antes del pez, y es lo que quería contar hoy, estuvimos hablando de muchas cosas. Entre ellas de los hijos, o mejor dicho de los pelirrojos, o mejor dicho de Arancha, o mejor dicho de los hijos de Arancha, o mejor dicho del futuro, o mejor dicho de nada, de suposiciones. Los que no somos pelirrojos siempre tenemos muchas preguntas que hacerles a los pelirrojos, igual que los que no somos gemelos de nadie tendemos a hacer preguntas sobre gemelos.
—¿Y es verdad que si te pasa una cosa a ti, por ejemplo, tu hermano lo siente aunque no esté contigo?
Así que nos pusimos a hablar de Arancha y de los sobrinos de Arancha, que también son pelirrojos. Ser pelirrojo es como llevar una marca, algo que siempre te acompaña, ¿no? Le pregunté a Arancha si le gustaría que sus hijos fueran también pelirrojos, como esa marca que te acompaña y va contigo, y si siendo pelirrojos llevaban esa marca siempre, sería como si llevaran siempre consigo a su madre, inevitablemente, que en este caso la madre sería Arancha. Y los hijos dirían orgullosos:
—Sí, es que mi madre es pelirroja, pero que muy pelirroja.
Arancha decía que no, que los sobrinos pelirrojos bueno, pero que hijos no. Y salió aquello que dijo Lorena de que —el que lo porta lo transporta— que en realidad lo que quería decir es que si eres pelirrojo, sólo lo llevas contigo y se salta alguna generación; sólo lo transportas, no lo, digamos, contagias. Así que muy difícilmente los hijos de Arancha sean pelirrojos. Aquella tarde estábamos especialmente risueñas y empezamos a decir tonterías: que si un hijo pelirrojo la eclipsaría, que si un hijo pelirrojo se le llevaría todo el protagonismo, que si eso sí que no, que si toda la vida siendo la pelirroja y los hijos quitándole ese orgullo, esa marca. Y sobre todo: que los hijos son un complemento. Como unos zapatos, unos pendientes. Un hijo pelirrojo se convierte en el centro, mientras que un hijo moreno sería sólo como un collarcito. Me imaginaba a Arancha con un hijo cogido de la mano, moreno por ejemplo, y sin quitarle la elegancia de ser pelirroja, mientras que un hijo pelirrojo se llevaría todas las gracias, la gente les pararía por la calle para decirle que qué gracioso tan pelirrojo como su madre, con las pequitas y todo eso. Como digo, estábamos especialmente risueñas, pero ahora lo pienso y es verdad, los hijos son sólo complementos, independientemente de si son pelirrojos o no. Y por eso nos preocupamos tanto de que sean tan maravillosos, aprendan idiomas, a comportarse, a cantar, a ser pacientes, a nadar, a decir gracias cuando alguien les hace un regalo.
—¿Qué se dice?
Porque los hijos lo que hacen es hablar de sus padres, igual que el hijo pelirrojo de un pelirrojo dice: he salido a mi madre. El hijo perfecto dice: mi padre es perfecto. Así que estamos siempre arrojando sobre ellos nuestros anhelos, para que nuestra marca se expanda y todo el mundo sepa lo maravillosos que somos a partir de nuestros hijos. Y si nuestros hijos no son como esperamos, nos desentendemos de ellos y los convertimos en un anillito, en un complemento que pasa desapercibido. Pero aquel día no estábamos para ese tipo de cosas. Nos levantamos después de reír un buen rato, vimos el pez muerto y después nos fuimos a casa. Ahora lo pienso y no hace tanto, pero es que hoy está el día tan frío que…
Casi llega tu texto para el día de los Pelirrojos aquí en Holanda, el pasado 2 de septiembre. Mi última debilidad pelirroja: Audrey Fleurot en Intouchables y La délicatesse. Un placer leerte de nuevo Fusa!
Me ha encantado tu parte del Cuaderno de vuelo, sólo quería decírtelo :)