Ya estando en el teatro vi una estrella fugaz. No me dio mucho tiempo a reaccionar, porque a veces las gafas, de noche, según cómo, me hacen destellos y extraños que podrían parecer una estrella fugaz. Pero como era la noche de las lágrimas de San Lorenzo, pensé que podría ser.
-Creo que he visto una estrella fugaz. Creo.
-Si la hubieras visto lo sabrías sin dudarlo.
-No, no… creo que sí, casi segura.
Y era verdad, porque después, en el coche, cuando íbamos camino de casa, vi una estrella fugaz, y la vi perfectamente, con mucha claridad, sin dudas. Lo dije.
-¡Ahora sí que la he visto!
Como era la primera que veía, porque decidí que la del teatro romano había sido un destello o un extraño de las gafas, más que nada para que no fuera tan confusa mi primera estrella fugaz, como era la primera, me puse tan contenta y estaba tan animada, que no me acordé del deseo hasta pasado un rato. Cosa que me fue pasando con todas las demás que vi: que me emocionaba de verlas y se me pasaba el deseo. Quisimos saber a qué venía lo de las lágrimas de San Lorenzo, y Simón se inventó no sé qué de la luna, que se llama Catalina, y que San Lorenzo se la quería… ya sabes, y como no podían porque son sol y luna, pues por eso el Lorenzo lloraba. Pero después resultó que era no sé qué de Lorenzo quemado por algo que ya no me acuerdo, y que como estaba en llamas y lloraba, pues las estrellas fugaces eran las lágrimas. Algo de eso.
-¡He visto otra!
Y Simón me dijo que no, que lo que había visto no era una perseira, que sólo había sido algo que se había encendido y apagado, y la sensación era ésa, una estrella que se fundía en el cielo, que se moría. Lorena o Arancha, no sé, le rectificó.
-No se dice perseira, es una persei-da. Perseira parece más gallego, ¿no?
Nos estuvimos riendo, porque después decía perseiba, y cada vez lo decía de una manera diferente. A mí al final ya me sonaba bien perseiba, que acordamos que iba con be, porque lo pensaba y perseida ya me parecía la palabra inventada. Como hacía mucho frío y sólo yo llevaba chaqueta y abrazaba un poco a Lorena, y Simón abrazaba a Arancha, dijimos que en cuanto viéramos una los cuatro, nos íbamos del merendero. Y si por ejemplo Arancha veía una, sólo la había visto Lorena. Y las que veía yo las veía o sola o con alguien más. Y todas las combinaciones posibles de estrellas fugaces, pero los cuatro no llegábamos nunca a verlas.
-¿Pero dónde miráis?
-Pues ahí arriba.
-Ya me supongo…
Nos reíamos y a saber cuántas estrellas fugaces se nos estaban escapando con tanta risa. Y a lo mejor, que eso lo pensamos después, cuando volvíamos a casa, a lo mejor las estrellas se veían justo en la otra parte de cielo y por eso aquello ni era lluvia ni era nada, ni perseidas ni perseiras ni perseibas. Pero como teníamos frío, volvimos al coche y Lorena dijo que había sido una velada…
-Encantadora.
Porque para mí las veladas siempre son encantadoras, y estuvimos buscando esas palabras que siempre van juntas. Como por ejemplo el rey, que siempre es campechano, la noche perfecta… y las veladas, encantadoras. Cuando llegamos con el coche a mi casa, había un hombre que a mí me parecía que tenía mala pinta y me daba miedo y risa bajarme sola del coche, así que al llegar arriba sin que me pasara nada pensé que sana y salva era otra de aquellas parejas, pero ya estaba sola y no se lo pude decir a nadie.