Y sobre todo mirar con inocencia.
Como si no pasara nada,
lo cual es cierto.
ALEJANDRA PIZARNIK
La peligrosa no suele ser la que escribe. Que se entienda. No es la mujer que escribe, necesariamente, la que vaya a robarnos la verdad que tanto nos avergüenza (que crecimos entre huesos y metales oxidados, que mordimos el polvo, que no llegamos nunca a ser libres del todo). Precisamente porque la mujer está escribiendo no es peligrosa: detendrá todo su tiempo en buscar la palabra honesta que vaya a ser fiel a todo eso tan trabajoso que es andar buscando lo inédito en los pedazos de interior que algunas veces se dejan atisbar. La peligrosa es la mujer que lee a otra mujer. También a otra, a otra, a otra. A todas de las que dispone. Y tiene el tiempo y la precisión de la belleza para hacer, cómo decir, lo peligroso. Sin ser esclava de un límite que no le pertenece más que a lo que una pretende escribir, la mujer que lee a las mujeres que escriben es la que verdaderamente puede arrojar sobre nosotros, oscuros de naturaleza, tibios de naturaleza, absurdos siempre de naturaleza, arrojar sobre nosotros eso de lo que venimos huyendo desde que tuvimos cierta calidad de pensamiento y dimos con algunos puntos débiles de la lentitud de una vida cualquiera, una vulgar, una al azar. También es peligrosa, más, mucho más que la mujer que escribe, la mujer que intuye a tientas cómo debe moverse por el mundo, cuál es su posición. Es peligrosa la mujer que dice como un canto de nana a un niño ya dormido y que nunca existió: el tiempo pasa enseguida, es lo que más corre. Y a su lado reposa un hombre que no comprende la gravedad de la palabra, el peso, el vértigo. Esa mujer es también peligrosa, la que convive con la que escribe pero no la valora, no la entiende, no podría leerla, no la puede llegar a ver. No es capaz de dar con la semejanza que la liga a la mujer culta, escribiente. Muchos creerán que es la mujer que se detiene y escribe la que más miedo debe darnos. Se equivocan. Es terrible la mujer que sabe comprender lo que otras mujeres escribieron (probablemente sea ésta la única que sepa de qué trata lo leído, mucho mejor incluso de lo que puede adivinar la que escribe sobre qué está tratando de escribir). Es terrible, si lo piensas: sabrá también leer a hombres, también a hombres que no quieren serlo, también a mujeres masculinas, también a los niños, a los objetos, a todo lo que sea capaz de desvelarnos algo. La mujer que sabe leer a una mujer y descifrarla podrá con nosotros, sabrá qué esconden nuestros ojos, por qué una vez lloramos sin tener ninguna pena, sabrá, porque probablemente lo leyó alguna vez en voz femenina, qué se debe hacer ante la desesperación, el miedo, la soledad repentina y presumiblemente elegida. Es impensable que una mujer que se lanza a una ventana con visillos, luminosa, y se acerca un libro a la cara porque empieza a ver las letras más y más chiquitas, cada vez más, sus ojillos pequeños, diminutos, cansados de tanto que no se puede señalar, es impensable que esa mujer vaya a ser peligrosa. No hay que adormecerse, no hay que acudir a la ternura al mirarla: es la verdadera amenaza, la temible, la única capaz de engendrar lo peligroso.
mmmmmm….soy peligrosa?
Jaja, Emmagunst, deliciosamente peligrosa. Y nos vuelves peligrosas a las que leemos a mujeres que, a su vez, leen a mujeres. Una peligrosidad para el alma que tiene sed.
Esos versos de Pizarnik siguen siendo de mis preferidos, de entre todas las mujeres peligrosas, porque ella, aún escribiendo, sabía, debía saber, leer a otras mujeres, leer la vida a pesar, o por ello, de sesgarse la propia…
Soñar con un mundo donde las mujeres se lean unas a otras, con pasión, con necesidad, a borbotones. Porque nunca fue fácil entender algo pero sin el resto es sencillamente imposible. Y porque el peligro no tiene sexo pero el silencio si lo tuvo y fueron siglos y aquí estamos. Y ahora qué? ahora te leo, por ejemplo, y nos volvemos peligrosas y ahí está nuestra voz y nuestras orejas, benditas orejas.
Escupir por las orejas, eso es, lo que siempre escucharon y callaron. Resonancia de una y todas.
Y a lo mejor se me fue la pinza, un poco sí, no? jajajaja.
Que me encantas, Fusa mía!
Creo que leyendo la creatividad que expresan otras mujeres, otras muchas se encuentran a sí mismas y descubren sus propios dones, sean de la índole que sean, y se atreven, a luchar por sus sueños, a buscar su propio espacio y a pelear por él. Bendito peligro el que desatan.
Un beso
Emma, SOMOS peligrosas…
…”La mujer que sabe leer a una mujer y descifrarla podrá con nosotros, sabrá qué esconden nuestros ojos, por qué una vez lloramos sin tener ninguna pena”… Peligrosas mujeres, hermosas mujeres, sensibles mujeres… inabarcables almas femeninas…
Bello lo que escribes.
Siempre.
Aunque no te comente.
Besos
Alejandra,
tu poesía aún es peligro.
Saludos…