Simone de Beauvoir
En algunas imágenes aparece siendo elegante, respetable. En otras, en cambio, parece usted una campesina, una mujer encerrada en la cotidianeidad más estricta, casi se podría decir que parece usted una mujer simple. En ambas es hermosa, Simone. Quedamos agredidas, usted y yo, por la lentitud de una vejez que más que muermarnos la mente lo hizo con nuestra fuerza y resistencia, con ese lado que no logramos cultivar como fue debido, nuestro aguante que se confunde con un coraje pertinaz. No se va a poder una salir de su edad por más que lo quiera, de eso no nos cabe ninguna duda y, sin embargo, ahí está, la dichosa duda, para confirmar que todavía, viejas y jóvenes a un tiempo, todavía tenemos esperanza. Las mujeres de hoy en día mantienen la piel firme muchos más años, pero no podríamos decir lo mismo de sus corazones. Simone, usted sabe que en la literatura es diferente y la edad no es nada salvo años y años de lucha interior, de esas guerras difíciles de lidiar, de combatir a solas y de confundir la soledad con una engañosa independencia y libertad. No quedan mujeres como usted, Simone, pero tampoco hemos logrado ser más felices como podría uno pensarse en un primer momento. Le hablaré de las mujeres de hoy y le diré que, aun siendo una de ellas, me son totalmente desconocidas y ajenas. No sabría cómo agruparlas con un criterio honesto, sólo acertaría si dijera que simplemente, simplemente somos todas distintas a usted. Y tenemos mucho más miedo. Le diré cómo podríamos ser las mujeres de hoy, las que no conoce, las que tampoco yo conozco, y esas mujeres podrían ser peligrosamente inteligentes, capaces, irresistibles en su lado más superficial, pero profundamente hondas y completas. Así podrían ser. Le diré que no somos como podríamos ser, aunque algunas enfermemos precisamente al descubrir que no nos quedan ideales que cubrir ni hijos a los que proteger con ternura y también crueldad. Tampoco los niños ya se parecen a usted, Simone. Son obstinados pero están todos, cómo le diría, están todos como mal dirigidos, se obstinan, es cierto, sin embargo, no consiguen enderezar esa obstinación y convertirla en fruto, en privilegio. Somos preciosos en nuestra infinita torpeza e imperfección, también soy capaz de hablarle así, con dulzura, sabiendo que perdono a todos los que ahora somos distintos de usted. Las mujeres y los niños perdidos en una Europa tristemente vestida con traje de noche, sin estrenar. De los hombres no podría hablarle. De los hombres nada sé. Tampoco de mí, ni siquiera podría hablarle firmemente de usted misma. Pero es usted hermosa en todas sus recreaciones, es usted, es su palabra redonda y cerrada un acierto para los de ahora. Se podría decir que es casi una revelación, es un alivio que decidiera testaruda conversar con usted misma a través de la palabra. Fue un acierto. Está usted verdaderamente bella, Simone, en el reflejo que devuelve, está usted realmente radiante, además de rota.
“una Europa tristemente vestida con traje de noche, sin estrenar.”
Me gusta el diálogo que llevas, con ella, contigo misma, conmigo, con nosotr@s.
Hace un mes tomé una de las novelas de Simona de Beauvoir que me regalaron unos estudiantes para quienes había tocado guitarra. En aquel entonces yo tenía unos 17 o 18 años, y leyendo ahora otra vez un par de páginas de esa novela…
Pero no, no tiene importancia. Lo que sí tiene importancia es pensar sobre mujeres y hombres y jóvenes en esa Europa y ese mundo de ahora.
Un abrazo
No he leído a Simone, en realidad he leído poco que no sean mis tochos científicos, aunque ahora que tengo más tiempo, estoy empezando a leer con avidez. No puedo por lo tanto opinar como lo hace tanta gente que escribe en tu blog, soy pardilla, pero me gusta como escribes, como te expresas. Ya te lo dije la primera vez que me atreví a comentar en tu blog, en realidad antes nunca comentaba en ningún blog, me daba vergüenza, me sentía en inferioridad de condiciones, (aunque me he lanzado, ya ves) pero hoy quiero decírtelo de nuevo.
Un abrazo
No sé si rota, que sí, pero sobre todo callada, seguro que desterrada. Eso ahora, pero antes en el ojo de mira de los tuertos, a los que no les gustó una mujer que habla.
Mujeres de allá para acá y como a veces pienso, tan en harapos nos hemos quedado a pesar del traje de noche.
Pero todo puede cambiar… ajá, lo sé. Ahí estás tú y algunas más, no?
Me gustan tus “escarbes”, mujer-Fusa.
Creo no se sorprendería mucho si nos viera un poquito, ella fue la avanzadilla.
Guardo dos tomos de “El segundo sexo” una edición de Siglo Veinte – Buenos Aires.
En el primer tomo la segunda frase que lo abre de Poulain de la Barre dice:
“Todo cuanto ha sido escrito por los hombres acerca de las mujeres debe considerarse sospechoso, pues ellos son juez y parte a la vez”.
Simone, una mujer con sus virtudes y defectos como todo el mundo, nos enseñó y nos abrió camino.
Leyéndola, con pocos años: viví una guerra, dormí a la luz de la luna, comprendí sus libres elecciones como su renuncia a la maternidad, etc.
Sigue vigente, porque la diferencia es que esos hombres que aún quedan y que escriben, han pasado a verbalizarlo para hacer más daño, si cabe.
Buen post, Fusa. Gracias, porque a través de él me has dado la oportunidad de expresarme.
Un beso.