Abrime la puerta de ese lugar que escondiste
donde un trapecista tiene pánico al agua
y un niño no se saca la galleta de la boca
abrime ese lugar, pájaro, porque ando a tientas
sobre un hilo que desfallece, cansado de sostener
tanta tontería, tanta estupidez como soy capaz
de reunir. Pero voy a tratar de cuidarla como
a un hijo tonto, completamente inútil
con tanto celo, tan mimosa
O no, no abras todavía, quizá todavía no esté,
quizá todavía no construí el primer lado, el verdadero,
el que se muestra a los demás y se sonríe con un
gesto como de animal degollado
O abrime de todas formas
Aquella vez que dijo: pero ya te conocen
como si bastara para que no doliera esta servidumbre
hacia la pobreza, como si fuera suficiente que se me
conociera para no odiarme con una fuerza que
desaparece en un temblor inédito
(para perdonarme, al fin y al cabo)
y, mientras, este equilibrio torpe
Pero queda un consuelo, pájaro querido,
que, de pronto, cuando creí que caería
sobre un velo asfixiante que hay entre mis ojos y el mundo,
justo entonces apareció tu palabra
ese lado que muestras donde una lata de navajas
quedó repentinamente vacía por completo