
Hasta donde yo sabía -que no es hasta mucho- cuando es el cumpleaños de un amigo eres tú quien regala y no quien recibe el regalo. Claro que hasta donde yo sabía no se tiene voz si no se habla, no se tiene olor si no se tiene cerca y tantos otros símiles como éstos. Todo esto hasta donde yo sabía, que cada vez es menos, que cada vez es tan poco. Pero entonces llega el cumpleaños de una amiga -también hasta donde sabía un amigo es a golpe de día, a golpe de mirar atrás y que siga estando- y soy yo la que recibe un regalo. De pronto soy un muñeco con unos hilos que me tiban y me tiban, y me alzo en el suelo, y me voy a una isla secreta, desierta, atemporal, y los hilos dejan de tibarme porque los pies ya me llegan al suelo, ya piso -hasta donde sabía sólo se pisa en tierra firme, existente, palpable-, ya los hilos no están tensos y me encuentro con Carmen, que me está esperando, no, que me ha llamado para que vaya, no, que mi amiga me dio una oportunidad de verla, de hablarle, esa Carmen de tantos y a la vez tan mía, tan para mí, tan que podría pertenecerme. Pues ahora, desde ese lugar remoto y limpio de realidad, desde, desde donde sé, quiero hablar. Mostrar no qué era lo que sabía hasta ahora, mostrar hasta dónde puedo saber, desde dónde.
Vuelvo al inicio. Hasta donde yo sabía, que es todo el tiempo un poco menos, cuando es el aniversario de un amigo, recibe un regalo y no regala. Hoy tengo una amiga que cumple años y, a pesar de que fui yo la que recibió un cuento maravilloso que me reconcilia con una que ya no soy, que estaba siendo, a pesar de que tengo una amiga que cumple años y es ella quien regala, yo quien recibe, quiero dar. Y hasta donde me dan las palabras uno sólo puede dar algo si lo tiene y, en este caso, lo que yo quiero regalarte, Ainize, no lo tengo, que es tanto. No estoy acostumbrada a hablar aquí, en estos fragmentos de interior, como si fuera yo, Fusa, o Jenn, Díaz de todas formas, no me acostumbro a desvelarme, a escribir desde la voz que debe pertenecerme lejos de todo esto y, aun así, te hablo de esta manera personal y te muestro como muestro a un personaje que sale de una chistera que no es mágica hasta que meto la mano temblorosa ante un público amable y, de pronto, dentro, hay. Hasta donde yo sabía tú no existías y hasta donde quiero saber es que tú, inexplicablemente, estás en mi vida, eres. Siento una especie de pudor escribiendo esto aquí, en este blog, cuando ni siquiera le llamo blog porque me parece frívolo, cuando ni siquiera salgo a la luz de las miradas por si no fuera a corresponderme con la imagen que puedo estar creando de mí. Pero uno sólo puede dar lo que tiene y esto es lo que te puedo ofrecer hoy, lo que a medias me pertenece: salir a la palestra, un temblor de piernas, una vergüenza de actriz primeriza, un aplauso que pretende ser ensordecedor, sentirme extraña en mi propio espacio, éste, porque nunca antes me había planteado enfrentarme a mi lado verdadero en este lado de la cortina. Y no hay humo. Ni la luz ciega tanto. Esto es lo que te doy, existir también al otro lado, reconocerte ante los demás. Llamarte amiga, quizá.
Muchísimas gracias, querida, por todo. Y muchas felicidades. Y toda la fortuna, todo mi afecto recién estrenado por ti, brillante. Mi regalo, a fin de cuentas, no es otra cosa que mi torpeza fuera de mi hábitat de siempre, no es más que palabras y más palabras que, hasta donde se sabía, no valen más que una imagen, ¿pero cuál?
Poema para una amiga
Se acerca mi amiga a un espejo y
el espejo se convierte en mi amiga
y puedo verme en ella
se levanta mi amiga y una palabra
baila un swing que todavía está
por inventar y el músico
que va a darle vida es un gato
que olvidó afeitarse para su
primera cita verdadera
se borra mi amiga como si fuera
una palabra en un cuaderno que
se llama desvelos de una mujer
y cree que nadie podrá verla mientras
no sea más que eso
que una hoja en blanco que tiembla
que un lápiz que muerde un niño
que una mano haciendo una bola de papel
donde quedan abandonadas palabras como
volás gabiotamente por sobre las fobias
y se asoma a un mundo que la saluda
complacido, completamente irreal
suyo
mío a medias
Nota: las palabras que quedan abandonadas en papel (volás gabiotamente por sobre las fobias) pertenecen al poema Como siempre de Mario Benedetti.
muchas felicidades a las dos :) y muy feliz día :)
Te adoro, F. Eso es todo lo que en este momento te puedo decir. Que te adoro, con ganas.
¡Ah, qué bello, Fusa!
Me emociona esa amistad.
Un fuerte abrazo. Otro para ella.
Plinnn: muchas gracias, Bego.
Ainize: pues diciendo todo lo que puedes decir, dices suficiente. Yo también te adoro.
Virgi: muchísimas gracias, Virgi. También a mí me emociona esta amistad. Otro abrazo grande para ti.