CUADERNO DE VERANO (I)

Cruzar sin mirar

Siempre me ha gustado la expresión -si es que se le puede llamar expresión- cuaderno de verano. Leo cuaderno de verano y me recuerda que hubo una época en la que estaba aliviada, libre de una tensión supuestamente adulta. Inevitablemente pienso en cuando me iba con mis abuelos al pueblo y allí tenía -esto viene de tan atrás, al final- una libertad que me venía grande y no sabía cómo aprovecharla: podía ir donde quisiera, cruzar la calle sin mirar a los lados, podía recordar en qué número estaba mi (por entonces mía, único hogar) casa y volver sin mayores, podía hablar sola en la hora de la siesta o chapotear en la piscina de plástico de mis primas. Y, mientras me iba, mi abuela me miraba desde la puerta y yo me pegaba mucho a la pared del sol como para demostrarle que era responsable -sin que hiciera falta, sin que nadie lo pusiera en duda, temiendo la crítica-, que no pensaba tocar la carretera -totalmente desierta- en ningún momento, que llegaría a la casa de mis primas sin que me ocurriera nada. Cuando llegaba al final de la calle, me giraba, la saludaba con la mano y entonces me recibían mis tres primas a la vez que mi abuela se metía para dentro de la casa o cruzaba la calle -sin mirar, también- y charlaba un rato con su hermana -que cuidaba de sus suegros, cuñado y marido con estoicidad y discreción y yo siempre tuve entendido que lo hacía porque, sin ellos, no tenía casa donde quedarse y sólo por eso los atendía con cierta esclavitud-. Era raro el encuentro con mis primas de un año para otro. Pasábamos el resto del año escribiéndonos cartas, pero cuando yo aterrizaba en la casa de la abuela, todas ellas, las tres, me parecían unas completas desconocidas. Eran extrañas para mí: desde la grande, que tenía dos años más que yo, hasta la pequeña, que se colgaba de mi cuello y me adoraba como a la chica de ciudad que era, hasta que le llevaba la contraria y entonces se volvía una gata fierecilla. La del medio era siempre neutral, la responsable: por entonces, la más aburrida. Era como la madre de las otras dos y, la mayoría del tiempo, la aguafiestas. Pero lo que me extrañaba de ellas era ese sutil salvajismo: vivían las tres con sus padres en una casa esquinera y diminuta sin ventanas donde uno se ahogaba incluso dando vueltas un ventilador ruidoso. Dormían en la única habitación que tenían -sin contar la de matrimonio- y, las dos pequeñas, frente a un pudor exagerado de mi prima mayor, reposaban sobre la misma cama -todo el tiempo llena de ropa y juegos que tenían que apartar para dormir o hacerlo sobre los trastos-. Siempre sentí una especie de rechazo -que no comprendía como rechazo, sino una sensación extraña de inquietud, algo que no era capaz de reconocer- a aquella felicidad con que vivían en aquella casa y me preguntaba cómo eran todos ellos cuando no era verano y la alegría no era tanta. Sabía, a pesar de que las veía contentas y despreocupadas, libres, que no me cambiaría por ellas, aunque no sabía por qué razón. Mi prima se cambiaba sola en el cuarto de baño cuando salíamos de la piscina hinchable, se escondía de nosotras, tapaba su cuerpo con una vergüenza de la que yo, sólo dos años más joven, carecía. Sus hermanas agradecían en mí aquella naturalidad: les gustaba cambiarse con una niña que empezaba a hacerse mujer, sentían curiosidad por mi descaro, por todo eso misterioso de lo que su hermana les privaba y me privaba a mí también, haciéndome dudar de si tendría lo mismo que yo o alguna cosa más.

13 thoughts on “CUADERNO DE VERANO (I)

  1. Al leer “cuaderno” mi memoria ha volado al libro “Cuadernos de todo”, de C.M.Gaite.
    Después, a medida que leía, he recordado mi infancia en mi pueblo y mis cuentos en los que también incluía la siesta.
    Y al final he admirado, como siempre, esos lazos emotivos que compones con tus palabras tan bien escritas, siempre desde dentro, de verdad.
    Abrazos.

  2. Isabel: también a mí la palabra cuaderno me recuerda a CMG. Esta vez ha sido porque he visto en muchos blogs que, por estas fechas, empiezan cuadernos de verano… y me acuerdo del mío, del que me llevaba al pueblo, y he querido hacer uno, de alguna manera, definitivo, que englobe todos los que tuve. Me alegro de que te haya gustado…
    (La pequeña de la foto que aprende a nadar soy yo… él es mi padre.)
    Un abrazo.

  3. Nena. Eras una “casasu” de pura cepa. De esas que acudían al pueblo en verano desde lejos. Todos mis primos eran casasu, aunque yo, en cierto sentido, también lo era. Sin embargo, nunca perdibí esa sensación de ser extraño hasta más mayor, siempre los sentí (al menos a los catalanes, con los que más me juntaba9 como una segunda piel.
    Comparto tu sensación de libertad y esa responsabilidad que uno se achaca aunque nadie se lo pida ¿o se lo piden de alguna forma que no se percibe? Muacccc de verano

  4. ANABEL: además que el pueblo del que hablo es de Badajoz, así que mira qué proximidad entre lo que cuento y lo que cuentas. De hecho, en el cuaderno II hablo de eso, de la llegada.
    Un besaco (¡playero!).

  5. Echaba de menos esas historias más o menos reales, como ésta, más o menos ficcionadas, como el ya mítico e inolvidable Bergai. Me ha encantado, Fusa.
    Un beso.

  6. Bel M.: también yo echaba de menos hablar como Jenn aquí, creo que, desde que me pasé a los fragmentos, nunca había salido -sin velos- mi voz. Será el verano y la palabra cuaderno que me hace quitarme unas cuantas máscaras. Justamente, escribiendo Bergai, en mi mente estaban esas calles de la infancia. De hecho, todo Bergai está ambientado ahí, en mi cabeza. Y también surgió en verano. También en verano leí aquel cuento tuyo de cerezas, Clarice y gatos. Este cuaderno veraniego se ve que ha llegado justo a tiempo.
    Un abrazo y moltes gràcies.

  7. Virgi: es curioso, porque a mí mi infancia no me resulta tierna… pero si hay de por medio cuadernos y verano, sonrío estúpidamente. La mano os saluda a lo lejos.
    Un abrazo.

  8. hola cielo, sé que hace tiempo que no te comento, pero voy y vengo siempre con prisa. sin embargo me alegro tanto de este relato en primera persona, de estos recuerdos que te pertenecen que me paro un segundo para decirte que me sigue gustando leerte. y más leerte así, personal, tú.
    y te mando un beso enorme.

  9. Me gustan las primas y ese ventilador ruidoso… la abuela en la puerta charlando, al final, sabiendo que su nieta había llegado de forma segura… y esa nieta viendo el panorama completo de las formas y sentimientos que se presentaban y que ella intuía…

    Un abrazo

  10. Indo: querida, no te preocupes, todos andamos un poco así, también yo voy a tu sitio y parezco una espía, dejando sólo algunas huellas.
    No tenía pensado escribir este cuaderno de verano, pero había leído ya tantas veces la frase que no me he podido resistir. Y la verdad es que a mí también me gusta escribir así, yo, personal.
    Un abrazo muy grande, guapa.

    Giovanni: seguramente eso, intuía solamente la nieta, porque parece que hasta que no me puse a escribir este cuaderno no me hubiera dado cuenta de algunas cosas.
    Un abrazo.

  11. Jo, preciosa, y ya en el primer comentario aparece ella, C., como no podía ser de otra forma, claro. No es el cuaderno en sí (o el título) lo que me ha vuelto a llevar a ella de tu mano. Es tu voz, tu ejercicio incansable que tanto adoro, y ese olor a los pueblos de aquí y que invevitablemente son también mi infancia (adolescencia, juventud y todo, claro, yo soy la que recibe a los primos de la ciudad).
    Presiento que este Cuaderno de verano tuyo, preciosa mía, nos traerá muchas cosas.
    Un abrazo enorme.

  12. Gloria: está muy presente en estos días, Glo, no sé por qué, será porque mañana es un día señalado, no lo sé, la cuestión es que llevo unos días que la encuentro por todas partes y, claro, tú no podías andar mucho más lejos.
    Este cuaderno, de momento, me está trayendo un poco de aire, que no es, ni mucho menos, poco.
    Un abrazo, linda.

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