A poco que mires

Arrebato de miedo III, Paul Klee

A poco que mires
sabrás que no tengo
otro escudo que la alegría,
ningún escondite,
otra salida.
A poco que mires.
Y miras y dices:
la risa es tu única arma.
El miedo es una lengua
que se anuda sola
tras unos dientes
exhibiéndose.
Y si buscas en mi memoria,
en cristales de voz niña,
dime, amor, dime
cuándo he dejado
de tener miedo,
cuándo dejé de sonreír,
si alguna vez hubo valor.

13 thoughts on “A poco que mires

  1. Isabel: ni siquiera necesita de lucha, la alegría. Uno ríe para protegerse de cualquier cosa… y detrás está el miedo, esa lengua que se anuda sola tras los dientes.
    Un abrazo y gracias por pasarte.

  2. Sara Royo: y a veces ni siquiera la risa, ¿no? Pero mejor hacer el intento con una gran sonrisa. Defender la alegría, como dijo Benedetti.
    Gracias. Un beso grande.

  3. Pues es que la alegría hay que currársela, mira que está cara el cuarto y mitad en esta puñetera vida!, pero a pesar de ello, lucharla… Valente hablaba de ella como un ovillo y Hernández defendía la risa pluma por pluma… pues eso, mejor no olvidarlo.

    Y el miedo si tiene que estar (que suele estar) que sea por detrás, pero eso, detrás… y no por ocultarlo sino por retardarlo y darle menor oportunidad.

    Besos con plumas, Fusa mía, de ésta desplumada a ratos pero menos.

  4. Margot: defender la alegría pluma por pluma… los hay que es que son poetas lo quieran o no. Me gusta todo lo que me dices. El poema para mí era triste, a pesar de que la alegría estaba por ahí camuflada entre la lengua y los dientes, pero después de los comentarios me lo planteo.
    Un besazo, hermosura. Y buenas noches.

  5. Defender la alegría como una trinchera
    defenderla del escándalo y la rutina
    de la miseria y los miserables
    de las ausencias transitorias
    y las definitivas

    defender la alegría como un principio
    defenderla del pasmo y las pesadillas
    de los neutrales y de los neutrones
    de las dulces infamias
    y los graves diagnósticos

    defender la alegría como una bandera
    defenderla del rayo y la melancolía
    de los ingenuos y de los canallas
    de la retórica y los paros cardiacos
    de las endemias y las academias

    defender la alegría como un destino
    defenderla del fuego y de los bomberos
    de los suicidas y los homicidas
    de las vacaciones y del agobio
    de la obligación de estar alegres

    defender la alegría como una certeza
    defenderla del óxido y la roña
    de la famosa pátina del tiempo
    del relente y del oportunismo
    de los proxenetas de la risa

    defender la alegría como un derecho
    defenderla de dios y del invierno
    de las mayúsculas y de la muerte
    de los apellidos y las lástimas
    del azar
    y también de la alegría.

    Es lo que Mario Benedetti escribió lo que yo añado a este poema que se ha escrito sobre tristeza en el vagón de un tren de mañana.
    Muchas gracias, Rayuela.
    Un beso.

  6. Isabel Martínez: Benedetti lo sabe decir mejor que yo, aunque en este caso yo no defendía la alegría, la usaba de escudo. Y, a fin de cuentas, todo vale.
    Un beso.

  7. Marcelo, no sé ni qué decirte. Supongo que las armas uno no sabe que las tiene y por eso las usa así, sin darse cuenta. Quizá sea esa la manera, no lo sé.
    Gracias, me emocionas.

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