Un poco loca

Jirafas ardiendo, Salvador Dalí

IV

No sé por qué tuve que decírselo a mi madre. No es que antes las cosas estuvieran bien, pero por lo menos todo era chismorreo y secreto. Ahora es lo mismo, pero a viva voz. A Martina todavía no le he dicho que fui yo la que se lo contó a mi madre. Prefiero pensar, como ella, que toda la culpa la tiene mi madre. Yo le conté que mi prima tenía un diario. Se lo conté porque yo quería tener uno y se lo conté para que me comprara un cuaderno y una pluma y se lo conté para que entendiera ella que tenía una necesidad. Qué iba a saber yo que de ahí nacerían todos los problemas últimos. Ya se sabe que todos tenemos frío, ya se sabe, lo sabe hasta quien no nos conoce, porque tener frío en invierno no es ninguna novedad, todos tenemos frío y partiendo de ahí toda noticia que tenga que ver con el tema es, bajo mi punto de vista, sobrante. Cuando estábamos todos frente a la lumbre, Marti y la tía por detrás de nosotros, una de las dos pegó un tiritón y dijo: por Dios santo qué frío dichoso el de este año. Y mi madre dijo: las hojas de papel prenden que da gusto. Y nadie entendió nada. Nadie lo entendió excepto yo, que aquella misma mañana le había dicho a mi madre lo del diario de mi prima. La noche siguiente volvimos a sentarnos frente a la lumbre y, como Marti y la tía no tenían nada para poner, volvieron a hacer un comentario acerca del frío que estaban pasando. Mi padre las suele mirar con cara de lástima, después mira a mi madre con cara de pedigüeño y después mira al suelo o al fuego, para no pensar. Todo eso lo sé yo porque le miro a menudo. Tuve miedo de que mi madre dijera alguna cosa y respiré tranquila cuando se levantó de la lumbre y se marchó fuera del salón. Al rato apareció con el diario de Marti en las manos. Lo traía como si fuera un pájaro recién cazado: por la punta de una hoja, dejando colgando todas las demás en el aire, suspendidas, a punto de romperse de débiles, cayendo algunos papeles más pequeños que estaban entre las páginas escondidos. ¡Cómo se las ingeniaría para encontrarlo, tantas veces como lo busqué yo, cómo, cómo! Y volvió a decir, hiriente, a mi tía: las hojas de papel prenden de lo más bien. Mi tía miró a Marti como pidiéndole una explicación y Marti sólo bajó la cabeza. Cuando empezaron a rasgar páginas y páginas del cuaderno y a tirarlas a la lumbre, acercándose esta vez las dos y poniéndose en primera fila ya que aquel día sólo habíamos puesto un periodicucho que a punto estaba de calmar su llama, cuando empezaron las palabras de Marti a arder, ella empezó a sollozar. Mi madre desde atrás le iba diciendo que era una egoísta, que bien escondido que lo tenía, que cómo no se le había ocurrido decirlo antes, que por qué la tía no tenía ni idea de la existencia de este cuaderno, tantas y tantas enciclopedias como habían quemado ellos para que nadie pasara frío. Marti no dejaba de llorar y después, cuando se fueron marchando todos a dormir y nos quedamos solas, dijo: ¿no has visto las jirafas y las hadas y las plumas de los pájaros y todos los cuentos de árboles que conté?, ¿no lo has visto cómo lloraban los niños que inventé?, ¿es que nadie lo ha visto, es que a alguien le da calor esta maldita y mía lumbre? Desde entonces anda un poco loca. Yo no atiné a ver todas aquellas cosas que me decía. Sólo permanecí en silencio porque sabía que mi prima me hacía todas esas preguntas sin esperar una respuesta por mi parte. Me callé sobre todo porque temía que, sin darme cuenta, me saliera contarle que fui yo quien se lo dijo a mi madre, aunque tan lista y piojosa y preguntona como es, que dicen, tan así, seguro que ya lo ha adivinado.
Yo me he comprado un diario con las monedas que me he ido encontrando a lo largo de toda mi vida. Siempre las guardé para alguna ocasión y ésta es la que estaba esperando. Tiene las tapas rojas y tiene rayas para escribir bien recto. No sé qué contar en él que no sea de esta casa, de esta vida. Y de momento no tengo tanto frío como para echarlo al fuego sin que nadie me vea.
Tengo miedo de que de mis páginas no salgan jirafas.
Tengo tantísimo miedo de que no arda.

14 thoughts on “Un poco loca

  1. Sara: sin pensarlo dos veces ni una siquiera… prefiero morir de frío que tener que quemar nada de todo lo mío. Ni escrito ni leído. Claro que quedan tan lejos esos tiempos de pena y hambre y pobreza… nunca se sabe.
    Un beso.

  2. Hay un autor gallego que escribió un libro titulado “los libros arden mal” Ojalá los suyos (de Manuel Rivas) nunca tengan que arder. Es el autor, entre otros del libro que inspiró “la lengua de las mariposas”. Ojalá nunca más vuelvan los tiempos del frío…de ningún frío.

    Preciosa historia. Música inquieta, fusa.

  3. María Jesús: H. me ha hablado de Manuel Rivas y de esa inspiración que me dices de La lengua de las mariposas, me asegura que puede gustarme el autor (la película es una delicia). Con ese título ya has lanzado un anzuelo hasta aquí. Y más después de haber escrito este tuenco.
    Ojalá que no, que no haya más frío.
    Y no sólo hablando del de invierno.
    Un abrazo, MJ.

  4. Termino de leerte un poquito a trompicones por mis dificultades climatológicas y técnicas… ¡el invierno! Pero siempre vale la pena insistir para volver y leerte. Nos decimos que no quemaríamos, no destrozaríamos un libro ajeno, nada que hayamos escrito… pero si llega la ocasión, la verdadera necesidad, yo no estoy segura de lo que sería capaz de hacer aunque, desde luego, me costara la cordura.

    Feliz fin de semana, Fusa. Un abrazo fuerte y mi ansia por seguir descubriendo personajes e historias que sólo tú sabes crear.

  5. Qué bueno es, Fusa, es muy muy bueno, desde el principio hasta el final.
    ¿No dicen que ardió la Biblioteca de Alejandría? y aquí estamos, la humanidad siguió en pie. Una pequeña hoguera, la Historia está llena de ellas, aquí la historia es más cercana, más personal,más… ¿emotiva? Esto es mérito de fusa.
    Un abrazo.

  6. Se Me Clavó Una Astilla Que Saltó Al Contacto De Mis Ojos Con Tu tuenCo, Directamente, Obstinada Clavada En Mi Pecho. Qué Miedo Tenerla Dentro Y No Saber, No Poder Saber Si Alguna Vez Crearé El Fuego Que Sepa Hacerla Arder De Nuevo.

  7. Wara: sí, yo también digo mucho que no, pero con lo friolera y miedica que soy, si me viene mi madre y me pide que le dé mis cuadernos, a ver qué hago. Pero sólo de pensarlo me pongo un poco loca, también.
    Muchas gracias, querida W.
    Un beso.

    Alfaro: ¡muchas gracias, Alfaro! Empecé el cuento queriendo contar esto del fuego y del diario, esto era lo que yo quería contar y no los otros tres cuentos que he escrito, sólo que empecé con preámbulos y por fin llego a esta pequeña historia, cercana, personal, individual de algo que pasó mucho más grande. Me alegra mucho que te guste.
    Un abrazo.

    Plethoras: pues yo creo que ahora deberás leer y leer y leer y leer hasta el cansancio, que tus ojos lloriqueen de dolor y así, sólo, así, igual salta esa astilla, ¿sí?
    Un beso.

  8. Uf… la hija va camino de acabar tan amargada como la madre y lo peor en estos casos, es que quien está amargado lo sufre, pero quien está alrededor, tanto o más.
    Marti a mí no me preocupa, se pueden quemar hojas, pero la imaginación, no. Esa la tiene ella y no su prima -que se joda la prima xD-.

    Un besito, linda!

  9. V: desde luego que va por el mismo camino. Pero igual, con un poco de suerte, no deja nunca de mirar a su padre, de observarle, y empieza a aprender de esa mirada pedigüeña. Y se salva.
    ¡Al final me parezco más a la prima de lo que yo pensaba al empezar este cuento!
    Un abrazo, guapa.

  10. Gilda: pues apareció en mis dedos de casualidad. Encontré este cuadro y decidí que le iba bien a la historia sólo si aparecían jirafas en el cuento. Y ahí fue donde las metí. Me alegra que te guste el resultado.
    Un abrazo.

  11. Fusa ya encontró las jirafas, y sabe cómo hacer “arder” una historia.
    Qué buenos tus personajes, qué tangibles!
    Mil besos!*

    (los de mi generación, tuvimos que tirar al fuego muchos libros, durante la dictadura)

  12. Rayuela: el cuento y la historia me la inventé tirando periódicos a la lumbre en una fiesta al aire libre, una fiesta gallega, porque tenía frío. Y totalmente loca con las llamas, pensé en eso. ¡Pero no conocía ningún caso real! A veces, se dice mucho esto, la realidad supera la ficción, ¿eh?
    Un beso.

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