
Para mi hermana querida,
por todas las veces
que me lo pidió
por todas las veces
que me lo pidió
Ya en las últimas noches que íbamos a pasar juntas compartiendo habitación, me pedía que durmiéramos en la misma cama. Yo estaba en esa época en que empiezas a sentirte mayor pero todavía no lo eres y por lo tanto te sientes ridícula haciendo cosas de niña pequeña. Y dormir con tu hermana mayor es cosa infantil, o así lo veía yo por entonces, saliendo como estaba de la infancia. Pero quedaba poco para que ella se marchara de casa y algunas noches me lo pedía. También lo hacía cuando todavía ni se me pasaba a mí por la cabeza que mi hermana fuera alguna vez a empezar una vida lejos de mí, o no tan cerca, pero entonces yo no tenía nada en el pecho que me oprimiera, el miedo a la distancia, y conseguía hacerme la dura y decirle que no, que hacía calor, o que cómo íbamos a dormir juntas, o que no cabíamos. Qué sé yo, esas cosas. Y me preguntaba: ella, siendo diez años más grande, ¿por qué no tiene vergüenza de pedirme estas cosas? Como también que, cuando me negaba, sacaba el brazo de debajo de las mantas, me alcanzaba la mano y me pedía que se la diera, la mía. A eso todavía accedía: la mano se me quedaba fría, se me dormía, se me llenaba de alfileres y de hormigas o de lo que sea eso tan molesto. Por la mañana yo me levantaba y, en el desayuno, antes de que nadie dijera nada, empezaba a contar yo entre risas que nos habíamos dado la mano como cuando yo era pequeña y tenía miedo porque se me había caído un diente y tenía que venir el ratoncito Pérez. Antes de que mi madre empezara a relatar lo que había soñado y le preguntara a mi padre qué significaba -no lo sé, nunca lo sé-. Antes de que ella lo dijera, antes de que alguien lo descubriera. Lo contaba entre risas como quitándole importancia, como haciéndome la mayor. Pero las últimas noches yo me veía algo obligada a aceptar aquel amor que ella me ofrecía: o lo tomas o lo dejas. Algunas veces yo le decía: no, que no me dejas moverme. Entonces ella me prometía que iba a ser más tolerante, que me dejaría dormir con la boca abierta, que me podría mover. Pero en cuanto me metía en su cama, cuando ella empezaba a reírse de nervios, empezaba a poner normas: no te muevas, vamos a poner las sábanas en orden, cierra la boca, respira así, por la nariz, así, así, así, boca arriba, dame la mano, qué pies más fríos, ponlos entre mis piernas. Y así, de lado, con los pies metidos entre sus muslos, intentando respirar por la nariz, intentando tener la boca cerrada, bien cerrada, y costándome porque siempre he tenido los dientes muy grandes, intentaba dormirme. Pero no podía. Y me decía: ¿estás dormida? duérmete. Pero era incomodísimo estar así como ella quería. Sin embargo, no quería volver a mi cama. Después vuelve si quieres, decía, pero quédate un rato. Y la miraba porque ella dormía así, que parecía que no hacía otra cosa en la vida que dormir, de tan bien, y la envidiaba porque no movía nada de la cama y a mí siempre se me acababa saliendo la sábana por todas partes, o se me caía una manta al suelo, y me decía: no, sin calcetines, y ella me calentaba los pies y las manos. Yo la miraba, cerraba la boca, respiraba por la nariz, a veces nos tapábamos la cabeza con todo para crear un ambiente, entonces sí podía respirar por la boca porque era lo mejor, después me hablaba en voz baja pero se le entendía a la perfección y yo, escuchándome responder, me parecía que no hablaba bien así en susurros, que no vocalizaba, ella me cantaba canciones de desamor y yo apretaba los labios para que no se me abrieran de admiración y poder seguir respirando costosamente por la nariz. Entonces me preguntaba: ¿estás dormida? Y yo ya sabía que ahí tenía que mentir. Me quedaba callada. Me quedaba quieta, aunque en mí eso no fuera lo normal. Y ella decía: te quiero. Y por la mañana cuando se levantaba y se miraba en el espejo, decía: recién despierta estoy más guapa que nunca, después me afeo durante el día, pero mírame, cuando me levanto, no sé por qué, estoy más guapa que nunca, ¿no te pasa a ti? Pero yo casi no la escuchaba, intentaba contarles a todos que habíamos dormido juntas, para que nadie pensara que era un secreto. Que aún era pequeña.
Recuerdos como estos son un tesoro… Yo guardo una imagen mía de pequeña, con mi tía que no era ni mujer ni tampoco niña, como tú dices, Fusa, jugando al veo-veo en la penumbra de su habitación, en casa de mis abuelos. ¡Y es tan especial…!
Preciosos recuerdos, y preciosa tu forma de expresarlos. Besos.
Wara: el otro día, en la cama, con los pies helados, me acordé de mi hermana, de cuando se los metía entre las piernas y me pasaba todo el calor de su cuerpo. Me acordé de cuando me cogía las manos, de cuando me hablaba en secretos, de cuando me decía que no me moviera y respirara por la nariz. Me alegro de haberlo escrito.
Un beso grande.
Es precioso eso q has escrito. Me da envidia, yo nunca pude dormir con mi hermana.
Besicos.
Sara: muchas gracias. Mi hermana y yo nos pasamos los años ansiando una habitación propia, mi hermano, al ser chico, se quedaba siempre con la más pequeña pero también era individual. Ahora agradezco que el espacio fuera ése. Y fue compartido.
Un beso.
Mi linda Fusa… con nuevo espacio pero con el mismo corazón abierto que tiene su propia pluma…Los que tenemos hermanos sabemos de que hablas. Yo tengo solo uno y es varón así que no podíamos hacer esto, pero si otras cosas que llenan el alma, yo le llevo 8 años y recuerdo que fuí yo quien lo acompañó y lo resguardó en sus primeras salidas…
A veces pienso que eso mi niña se lo perderá… no tendrá hermanos… pero así es, cada uno con su propio destino…
Besos y felicitaciones por la nueva casa!
Fusa es precioso, me ha encantado como todo lo que escribes, una delicia ésta nueva casa, mira se me han humedecido los ojitos, afortunadamente yo tb tengo una hermana mayor a la que adoro y con la que he tenido la suerte de compartir todas esas cosas tan maravillosas. Curiosamente el otro día mi sobrina en la comida nos hablaba de eso, yo nunca me lo podré pasar tan bien como vosotras decia, siempre de risas, y yo le decia “sara cariño, esta relación que tenemos mamá y yo, la puedes tener con Mario, y ella decía,”no será igual, tu con el Tío Txum te llevas bien pero no tienes la complicidad que con mamá”…precioso texto y como siempre mi niña consigues emocionarme
Miriam: ¡Bienvenida! Acabo de leer el correo que me has mandado. Y he sonreído complacida, porque tus palabras siempre son amables, siempre son dulzura. Así que bienvenida como si fueras la primera que entra a esta nueva casa.
Mi hermana me llevaba a las excursiones, sí. Me decía adiós con la mano mientras yo me giraba en el autocar para verla.
Maqui no tendrá hermanos… pero tiene un viejo que no lo hacía nada mal y una madre que baila viviendo, que vive bailando. ¡No puede tener queja!
Un beso, linda.
Isa: qué alegría que estás aquí. Hay otra Isa que escribe a veces y al principio pensaba que era ella. Y digo, qué raro, si se había ido de viaje. ¡Pero eres tú! Me alegro de verte por mi nueva casa, y de verte siempre. Además llegas en esta entrada… que tú conoces a mi hermana, que sabes tantas cosas. Qué puedo contarte que no diga ya este cuento y el recuerdo, ¿verdad?
Ha tenido otro niño y se llama Mario. Dos chicos… podrán hablar igual que nosotras pero en masculino. Y además tienen tías molonas, jiji.
Muchas gracias por la visita y las palabras, Isa.
Un beso muy grande.
Bufff!!!! Que fuerte, yo no lo recuerdo igual, quiero decir que a mi me encantaba, me da risa porque lo describes tal cual (soy una mandona… jajajaja). Te leo y se, que cuando naciste, fue en ese momento cuando se me desperto el instinto maternal. Por ese entonces yo hacia lo mismo contigo que ahora hago con Víctor o Mario, eres mi princesa!!!!!
Sigo estando más guapa recién levantada ;.
Te Quiero. Todos estos regalos que me haces creo que nunca voy a poder devolvertelos porque lo mio no es la escritura. Un beso.
Pues una sola línea (o casi), porque no tengo tiempo y quería que supieras que he venido. Me ha gustado mucho.
Un beso grande.
Delicioso, bello, perfecto relato.
Mil besos,Fusita!♥
Fusa, me gusta mucho el nombre de Mimaru. Me suena bien, a mimo, a que te tengo cerca. Y me encanta, porque yo los pies los tengo siempre helados, ese calorito del que hablas que se encuentra sólo en otro cuerpo y que, en este caso, además, llega hasta el mismo corazón.
Un dulce beso.
Un mimito para Mimaru. Un mimito para tí :-)
Fusa, qué emocionante. Es muy tierno y muy íntimo este texto. Y creo que en algunos aspectos siempre seremos pequeños.
Mimaru: jijiji, si a mí en el fondo también me gustaba, lo que pasa es que me hacía la dura. Ahora, si lo pienso, habría aceptado muchas más veces. También es verdad que no me dejabas moverme y me decías que respirara por la nariz, que no entendías cómo podía hacerlo por la boca. Y las sábanas siempre por encima de la colcha y después girado arriba. Aquel día que llegué a tu casa y estabas dormida, tan quieta, me acordé de cómo dormías. Tiene un poco de cuento… como que la mama cuenta sus sueños, eso es mentira, y como que por las mañanas yo lo contaba para que nadie se pensara que era pequeña, algo de eso había, pero en el cuento lo he exagerado.
Me gusta pensar que fui tu primera hija. Tú también has sido mi primera madre. Muchas veces pienso que no noté el vacío de una madre porque te tuve a ti en todo momento. Cómo no vas a devolverme el regalo, si ya lo has hecho.
Te quiero mucho.
Bel M: basta para salvar el propio corazón y también el de Fusa. No hace falta más, sólo unas palabras, y se produce la salvación. Me alegro de que te haya gustado.
Una abraçada.
Rayuela: muchas gracias, Silvia. Es un texto bastante autobiográfico, como puedes ver en los comentarios, así que es una alegría que te guste así.
Un abrazo.
(*: cuando estuve viviendo lejos, me comunicaba con mi hermana sobre todo por el ordenador. Y le hice un blog donde ella también me hablaba ahí, como en cartas. Le puse de nombre mimaru, que es como jenndiru, mi correo el otro, la abreviación de nombres y apellidos. Mimaru, la verdad, es que es tierno y me gusta que surgiera y que la combinación diera eso: mimaru. Como si el Mi de Miriam fuera mi de mío, ¿verdad?
Malvada Bruja del Norte: los recibimos, pues, y nos los quedamos.
Muchas gracias, guapa.
Gilda: por suerte sí, por suerte nos quedamos en pequeños en muchos aspectos, pero no en todos los que me gustaría. A saber qué miedos o alegrías tenías en esos ratos en que mi hermana me cogía fuerte de la mano y yo me hacía la fuerte.
Un abrazo.