Para H.,
porque me habla
de los cuentos
que tiene la vida.
Y son tantos.
Y le dicen, casi sin que se les entienda: dinos qué ves, haz el favor, por el amor de Dios, dinos, dinos qué es lo que ves, qué puedes ver, dinos algo, lo que sea, pero habla, ya da igual, di cualquier cosa que se te ocurra, aunque no tenga sentido, que te escuchemos, por Dios santo, por Dios santo. Pero Marcelo está arriba de los hombros de Julián, Matilde, que está casi llorando, y Pedro. Y no logra articular palabra. Se van turnando en el vagón para ver, por una ventana pequeña por donde cabe sólo la cabeza hasta la nariz, lo que puedan ver. Julián pregunta desesperado si reconoce el lugar y Marcelo piensa, sin decirlo, que él sólo reconoce su lugar, y marca bien el posesivo, que cualquier lugar al que le estén llevando, lejos o cerca, será imposible que lo reconozca porque no ha estado más que en su lugar. Y a pesar de eso, o precisamente por eso, Marcelo se ha ofrecido para subir a la ventana y mirar qué hay, qué diablos, qué maldita sea, qué carajo hay ahí fuera, adónde nos están llevando. Los porqués han dejado de ser tema de interés. Se reconoce Julián para sí que están lo suficientemente desesperados como para subir arriba de sus hombros a un hombre que, en todo lo que llevan de trayecto, no ha abierto la boca. Descartaron a Matilde para la siguiente subida porque la última vez empezó a hablar del color de los árboles y de cómo eran las casas y después se puso a llorar diciendo que a su chico, el pequeño de sus hijos, le encantaría aquel paisaje. Con Pedro pasa que se pone a explicar las cosas como si fuera un cuento y sólo cuenta lo poético de lo que ve. Cuando baja pide disculpas y reconoce ante todos que no ha estado bien, que no ha dado información de la situación, que no ha sido de gran ayuda (y cuando dice de gran ayuda los otros piensan que con un poco, no ya gran ayuda, con un poco hubiera bastado) pero que, lo siente, lo siente de verdad, pero que no lo puede evitar, después de ver tan poco ahí adentro, sale, ve la vida, huele la vida, respira la vida, y sólo puede hacer que inventar y buscarle el lado romántico a toda esa situación. Los demás se enfurecen cuando a Pedro le da por divagar y filosofear acerca de lo que están viviendo: sólo uno conoce la verdad, saca la cabeza y les dice al resto lo que ve y ellos tienen que adivinar e inventar. Eso a Pedro, cuando no siente que se ahoga o cuando el olor de todos ahí encerrados no se le vuelve insoportable, eso le parece interesante y curioso y algo muy bueno que contar, sin detenerse a pensar en que, cuando salga, quizá ya no tenga ganas. O quizá nunca salga. Marcelo está arriba de ellos y mira los árboles y el suelo y pregunta: ¿alguien recuerda si al salir era otoño? Y Julián dice que sí, que sí, que sí, que lo era, que subieron al tren un quince de noviembre, que lo miró antes de que lo arrancaran de su casa. Y espera ansioso la conclusión a la que le habrá llevado a Marcelo su respuesta. Y entonces éste dice: pues ya hemos pasado al invierno. Y se baja de los hombros de un salto.
Lo primero que me produjo tu relato fue horror. Porque se disparó en mi cabeza un cuento de Rodolfo Fogwill, “Los pasajeros del tren de la noche”. Entonces, ésto fue lo primero que ví:espanto.
Después, transcurriendo la lectura, ví que todo depende según el cristal con que se mire.
Y, finalmente, si ya hemos pasado el invierno, veo que la primavera está próxima…pero ésto no deja de ser un particular punto de vista, verdad?
Un beso,Fusa! Es un placer leerte.
Es maravilloso que, estando en invierno, estando en un tren, estando encerrados, estando de espaldas a la vida, tú pienses en que la primeravera está próxima. Es maravilloso, de veras. Y deja bien claro que cualquier punto es válido. Y el tuyo me parece mucho más bonito y positivo que el que me dejó a mí misma el tuenco al escribirlo.
También es un placer para mí, Silvia.
Un beso.
Es que resulta tan dificil ver a través de la mirada de otro, que los otros vean a através de tus ojos… Tú lo describes perfectamente, Fusa, uno mira con ojos abarrotados de poesía, otro es más filosófico, la mayoría anhela precisión, pero sin embargo… Quizá cada uno vemos exactamente “nuestro” lugar. Fíjate, por ejemplo, que Rayuela ve la primavera tras el anuncio de haberse pasado el invierno… y yo siento una desesperanza…
Besos.
A mí me pasó lo mismo que a ti al leer a Rayuela: yo sentía que el tiempo iba despacio, que el otoño había pasado ahí adentro, que el invierno iba a ser frío. Y sin embargo ella pensaba ya en la primavera. Me sorprendió gratamente. Y me dejó más claro todavía lo que intentaba decir en el tuenco: que todas las miradas no bastan.
Un abrazo, Wara.
Ays de los que nos cuentan cuentos, yo tengo un cuentacuentos particular (sí, como el patio de mi casa pero con otro ritmo) (ya, ya estoy desvariando, me gusta desvariar aquí, qué cosas, mira tú) que también me habla de los cuentos que tiene la vida, y a veces, como en esta etapa mía, sus ojos y su voz son los únicos que tengo en cuenta porque él va subido y lo narra y yo desde aquí abajo sólo podría asfixiarme pero no lo hago, no, porque me cuenta y entonces es más sencillo respirar…
O algo así, tú ya me entiendes, jajaja, o no, que me lío pero me encanta liarme aquí, ya te dije.
Besos al tono, niña guapa!! Piiii chucu chucu chuuuuuuuu
Te comprendo: que está arriba y tú abajo y se hace más soportable si él cuenta, si él inventa, si él habla de lo que sea pero habla para que todo sea menos cansado y lento. Ay de los que nos cuentan los cuentos de la vida y no se le acaban. Y ay también de tus desvaríos aquí, lo que me gustan.
Un beso, puñeterilla.
Jo, me he acordado de cuando yo jugaba al Veo, Veo con mis amigas y ellas nunca adivinaban lo que yo veía, porque yo veía a lo mejor un caballo en una nube, o en la arena, una montaña, o en la forma de una piedra una cara. Y así es, Fusa, no hay dos miradas iguales, pero luego está la tuya, que sabe cómo mirarlas, cómo entenderlas, cómo contárnoslas. Es precioso este tuenco. Es precioso también el cambio de tu rincón, tu propio cambio. Para mí supuso mucho venir aquí el domingo y verlo así, como ahora está, como ahora es. Ese baile de la vida, aunque te parezca una bobada, me dio un noséqué por dentro, muy, muy adentro, donde escondo mis propios fragmentos. Bienvenidos sean entonces los cambios, aunque para qué engañarnos, tampoco yo, como muchos, voy a olvidarme de tu puerta y tu maceta.
Un dulce beso, linda.
(Te leo despacio. Me voy a Belfondo)
Te he visto en el otro lado de la luna y me alegra que llegar aquí el domingo, con los cambios que había sufrido ya la cara del show, te animara a encontrar palabras y atajos hacia quién sabe dónde, y a quién le importa.
(Me ha gustado mucho la imagen que me has mandado… es perfecta para el tuenco. Y es justo de ahí de donde nace la historia, de tanto dolor parecido.)
Un beso, (*.
Es una sensación claustrofóbica…y sin embargo bella, porque en el fondo tod@s desean saber que ven, en qué época están, pero no lo que los ha llevado a esa situación… Me quedo con ganas de saber más :-)
Sí, tiene esa doblez. Ese lado romántico y también ese lado asfixiante y agobiante que a nadie nos gustaría sufrir en nuestras carnes. Sin embargo, la curiosidad, la necesidad de saber, eso sí me gustaría vivirlo…
(Gracias por ponerte al día… menudo trabajo te he dado. Mil gracias.)