Y al fondo del pasillo se escuchaba: no somos nadie, no somos nadie. Tu madre estaba muerta y todos decían no somos nadie como haciendo un favor. Se acercaban a la cama donde todavía reposaba, porque tu madre murió durmiendo, durmió muriendo, y todos la miraban y decían no somos nadie, no somos nadie. Y yo, que todavía no había alcanzado la primera lágrima que me iba a devolver a la realidad, me preguntaba si era eso cierto. Si no somos nadie. Si tu madre, en concreto, no era nadie. Y en ese mismo momento apareció una mujer, quiero decir, no es que apareciera en aquel momento, sino que yo hasta ese preciso instante no había advertido su presencia, una mujer que lloraba sin posible consuelo mientras me ayudaba a vestirme todo de negro o, mejor dicho, mientras lo hacía ella sola y yo me dejaba caer sobre la ropa que había elegido por mí. Me decía: lo siento, Ricardo, no somos nadie, un día estamos aquí y al otro, no. La lágrima todavía estaba por llegar y empecé a pensar en mi delirio de viudo que, como todos acariciaban y besaban esa parte de la mejilla por donde debía resbalar, se volvía tímida e insegura y miedosa. A lo mejor las lágrimas tampoco son nadie. Y a lo mejor la muerte de tu madre no me dolía tanto como a todos los que estaban al fondo del pasillo mirándola con compasión y haciéndose preguntas como por ejemplo qué iba a hacer ahora yo, tan solo, tan sin esposa. Y yo, ciertamente, sólo podía pensar en mi lágrima, en su ausencia, y casi me aterraba más la idea de quedarme sin esa capacidad que de quedarme sin tu madre. Y es cierto, o quizá es una suposición, que una se había llevado a la otra. Sin embargo yo, desde el momento en que me desperté al lado de un cuerpo muerto, desde que la miré a la cara y supe que estaba muerta, desde ese segundo, yo ya había empezado a vivir sin tu madre, había empezado a acostumbrarme a eso, a que no estaría más con nosotros. Y era la muerte de mi alma lo que me preocupaba: a lo mejor las lágrimas tampoco son nadie, te lo advierto, y a lo mejor se han muerto todas ellas dentro de mí y ya no puedo hacer nada. Por el momento, lo único que me preocupaba era averiguar quién era la mujer que me estaba anudando la corbata y preguntándome qué iba a hacer ahora. Ahora, sin tu madre.
Fusa, ese no somos nadie siempre me pareció tremendo cuando lo escuché en determinados momentos que no quiero recordar. En esos momentos lo veía como la negación de la persona muerta; una forma de ningunearla, de enterrarla sin nombre, como un cuerpo más, una cuenta cualquiera del collar de la humanidad. Me cabreaba la indefinición. Pero luego más tarde, cuando el dolor se asienta, llegué muchas veces a pensar en esa frase y comprendía que al margen del carácter de letanía que tiene, aunque me cueste decirlo, es una gran verdad, de las pocas que podemos creer a pies juntillas.
Me ha gustado mucho ese devenir del viudo con la lágrima contenida.
Un beso
Y otra, no tienes ni idea el pudor que me da publicar mis poemas. Pero los años parece que me están quitando la verguenza.
Yo la entiendo. La comprendo. Y hay momentos en el día que hasta la pienso: no somos nadie, o no somos nada. Sin embargo puede sonar cruel. Cuando uno pierde a un ser querido lo último que piensa es que no era nadie. Al contrario, piensa que lo era todo. ¿No? Yo, por suerte, todavía no me he visto el asunto de cerca y puedo escapar de los del final del pasillo.
Un beso, Isabel.
(Olvida la vergüenza…)
Tienes un oído finísimo para esas expresiones populares y para sacar a partir de ellas toda una historia. Me ha gustado ese juego entre la repetición de “no somos nadie” y la pregunta del protagonista sobre una mujer que al parecer, hasta ese momento, había sido nadie para él.
Un beso, Fusa
No vas desencaminada. Este cuento está escrito a partir de una frase. Por eso la etiqueta es Hoy por hoy, que es el concurso de microrrelatos en cadena que lleva la Cadena Ser. No participo pero, como hacía el año pasado, cojo la frase y me invento algo. De ahí llegué a la expresión popular… y lo demás brotó de una manera inconsciente.
Un abrazo, Bel.
Qué curioso, aquí decimos “no somos nada” que es menos que nadie, claro.
Un beso Niña Talento
No somos nada todavía debe resultar más doloroso de escuchar.
Yo también creo que no somos nadie o nada… sin embargo creo que, cuando alguien muere, todos cobramos nuestra alguniedad.
Un abrazo, M.
Hace pocos días vi en no sé qué telediario una imagen muy impactante: una franja de luz que parecía enorme pero que atravesaba a su vez una mínima porción del universo, y en ella un puntito chiquitito y blanco, y ese puntito era la Tierra. Y claro, lo pensé: No somos nadie. Porque veías esa imagen en la que no cabía todo, porque había más, mucho más allá, y sólo en ese ridículo punto que, si te despistabas, ni se veía, estábamos nosotros. Y ya empecé a desvariar y pensé en la vida y en la muerte, ahí en ese punto, de tantas personas anónimas, nadie, en medio (por decir algo, vamos, por no decir en un extremo o en cualquier punta, que vete tú a saber dónde estamos) de la inmensidad del universo. Y me lo repetí: no somos nadie. Y luego ya lo dudé: ¿o sí somos alguien? Alguien que te anuda la corbata y tú ya no lo olvidas. Alguien que escribe y te hace pensar tras su lectura. Alguien que nace y no sabe que va a morir y tiene toda una vida por delante. No lo sé, Fusa. Es un lío. Y lío estoy yo, que mira de qué te estoy hablando ahora. Y digo ahora porque anoche cuando vine por aquí y te leí, sentí un escalofrío, y me fui sin poderte decir ni mu.
Un dulce beso también por aquí.
Como le decía a Massi, todas esas cosas que uno dentro de la cabeza tiene muy bien ordenaditas: la extrañeza de ser tan poco y, a veces, de ser tanto, lo raro que es… vivir, lo grande que es todo, o lo pequeño que nos resulta a veces. Todo eso, hablarlo, es complicadísimo. Lo bueno es (vivir) cuando te encuentras a otro que tampoco sabe cómo explicarlo pero que en su cabeza también está claro. Entonces todo se comprende, sin que se usen las palabras certeras.
Un beso.
no somos nada… que dificil vivir una experiencia que uno no quiere vivir, por parecerle injusta ademas, siendo ley de vida… supongo que es lindo si nos decimos eso mientras vivimos, apreciando lo que somos y lo que tenemos por pequeno que sea pero en su inmensidad, dentro de ese micro mundo que forma parte de ese punto chiquitito en un globo que esta dentro del universo…. ambas son inmensas… sus inmensidades pueden dar miedo…
me ha impresionado, es recordar que todo se debe vivir mas alla del episodio, sin una constante o flotando sin saber como ni por que… el recuerdo, su presencia o no.
es triste pero imperdible… dificil de creer sumerjidos en el tiempo… el que queremos y no queremos que llegue…
puede que no se entienda lo que digo…
gracias por existir
Puede que no se entienda y puede que se entienda todo a la perfección, Massi. Es cierto que es un tema o que deriva en uno que nos cuesta de expresar. Hablar de lo que no hay, de lo que se intuye, de lo invisible. De lo que nos ata. Todo eso es complicado. Dentro de la cabeza está claro: el desconcierto, la duda.
Un saludo.
Sólo quiero que sepas que te he leido. La otra noche, hoy otra vez. Un abrazo.
Escribas o no, yo siento de alguna manera tu paso por el show.
Y sé que lees aunque a veces no digas nada, o aunque digas.
Muchas gracias.
Vaya, menuda reflexión y explicación sobre unos momentos llenos de emociones, es brillante la posición del padre en referencia a como explica el suceso, que parece contado después de haber tenido un alejamiento, es como una explicación a tiempo, antes de que pasen años y alejen el entendimiento, o lo enfríen.
En realidad no somos mucho los humanos, solo somos cuando llenamos esos vacíos en la vida de los demás, por eso tenemos grandes recuerdos de grandes personas que llenaron nuestro vacío.
El padre habla de lo sucedido desde una lejanía, sí. No lejanía de tiempo, lo cuenta, o se lo cuenta a sí mismo, desde un presente actual, pero lejano, lejano de ese tiempo interior. Para el padre es como si hubiera pasado toda una vida y, sin embargo, el cuerpo de su esposa no está todavía frío.
Un abrazo.
Entiendo lo que dice Isabel Chiara, sin embargo, en el fondo en esa frase lo que se intenta decir es: disfruta, vive, no te preocupes tanto, sé feliz, porque al final como decía Horacio, de la rosa sólo nos queda el nombre.
Carpe Diem.
Es curioso que esa frase tenga tantas lecturas. Y tantos matices. Y tantas maneras de ser mandada y recibida. Existe esta posibilidad, también, dentro del No somos nadie existe un carpe diem. Sólo que más dramático. Y no dicho un buen día al saltar de la cama, sino en situaciones límite.
¡No somos nada, no somos nadíe!, porque solo somos un enorme vacío en el corazón y en el alma de las personas que nos aman, cuando nos hemos ido. Eso es lo que siento, cuando escucho esas frases tan repetidas como si de mantras tibetanas se tratasen.
¡No somos nada,no somo nadíe! No es cierto, la paradoja es que ese enorme vacío está lleno de dolor, de un dolor inmenso, de un dolor que te desgarra el alma, !que te mata¡.
¡No somos nada,no somos nadíe¡ No es verdad, somos un montón de sensaciones, de sentimientos, de imagenes en los recuerdos de los que nos han querido.
¡No somos nada,no somos nadíe! si , si somo, somos un montón de lágrimas en los ojos de nuestros amigos, de nuestros compañeros, de nuestros cuñados, de nuestros hermanos, de nuestros hijos, y en el peor de los casos, de nuestros padres.
No somos nada, no somos nadíe, porque aún así todos seguiran viviendo, haciendo sus vidas.
No somos nada porque, como dices, ese vacío está lleno de dolor.
Somos algo, sí, pero cuesta definirlo porque todo está tan inectado…