Ayer me prometí que no caería, pero he caído de bruces. No quería funcionar como un altavoz más de la mentira creada por Cs y ampliada por Crónica Global, pero me siento obligada —por respeto a la cultura, al flamenco, a la memoria histórica, a la institución de la que formo parte y a mí misma— a aclarar una falsedad que circula desde ayer.
En la última comisión de control a la CCMA defendí nuestro posicionamiento a una propuesta de Cs sobre el flamenco como expresión de cultura catalana en nuestro país y la difusión que deberían hacer los medios públicos. Pese a haber hecho reuniones con muchos de los sectores de la cultura, Cs sólo ha hecho tres propuestas de resolución (en Cultura, Afers Institucionals i CCMA) sobre flamenco. Veo en ello, y no soy la única, un intento de politizar sobre una cuestión que no debería ser objeto de polarización porque parte de una premisa falsa: que el flamenco nos divide. Quieren polarizar, como digo, el debate. Cs nos pide, en varias propuestas, que mostremos nuestro apoyo al flamenco como parte de la cultura catalana. Entiendo que si nos lo hace votar en una comisión es porque considera que hay grupos parlamentarios que no lo creen así: se equivocan, votamos todos a favor de esta afirmación.
Cuando hace algunas semanas me reuní con los tablaos flamencos, los alerté de algo: si los grupos pretendían hacer una cuestión política de esto, una cuestión partidista, les serviría de poco o nada comparecer en la cámara, porque no los ayudaríamos. Una de las personas con las que me reuní me aseguró que uno de los problemas del flamenco y de los tablaos era, precisamente, que desde el franquismo el flamenco ha sufrido una estigmatización. Finalmente, eso sí, Cs ha preferido no ser útil como grupo parlamentario y utilizar los instrumentos parlamentarios para generar la última mentira. Debatiremos, en tres ocasiones más la comparecencia de los tablaos, sobre el flamenco. ¿Por qué? Porque Cs utiliza descaradamente el flamenco para intentar buscar notoriedad con algún titular. Y me ha tocado a mí.
El franquismo fue el mayor enemigo del flamenco. Lo dije ayer en la comisión y lo vuelvo a decir aquí. Lo dejo por escrito porque no me arrepiento. Franco y su dictadura fueron los enemigos del flamenco, porque lo manipularon, lo estigmatizaron, lo utilizaron para hacer propaganda y lo dañaron. No lo digo yo, lo dicen los que entienden. Desde entonces hay mucha gente que considera el flamenco un patrimonio del nacionalismo franquista, de la españolidad que quiso imponerse en nuestro también, pero también contra todos los republicanos del Estado. El flamenco y sus artistas sufrieron censura y la represión del dictador. Y de aquello, aún hay mucho trabajo por hacer, para deshacer lo que queda en la memoria de muchos republicanos. Les recomendé eso, a los representantes de los tablaos, que no convirtiéramos su comparecencia en una cuestión identitaria, precisamente porque el flamenco no es patrimonio de España ni del nacionalismo ni del franquismo, pese a que lo hayan querido reducir a eso de forma intencionada. En cualquier caso es patrimonio cultural de la humanidad, y si se tiene que reivindicar algún origen, es entre el pueblo gitano, perseguido también por el franquismo. Y estuvieron de acuerdo en que si acabábamos teniendo un debate politizado, no podríamos ayudarlos.
Los tablaos en Barcelona tienen dos problemas, y así lo hice saber en mi intervención: que están situados en el centro de Barcelona, con lo que eso supone para el comercio y los locales, y que tienen básicamente un público turista. ambas cosas, con la pandemia y vuelta lenta de la cultura en vivo, les ha provocado un bloqueo importante. De eso tendríamos que hablar en el Parlament, de cómo ayudamos a que el público local conozca los tablaos y se apropien de un espacio y una expresión cultural que parece que sólo interesa, en casa, a los turistas. Cómo revertimos esta cuestión. Pero Cs tenía otra idea de en qué se tenía que convertir el debate. Después de decir que el franquismo utilizó el flamenco para confrontar y para dividir, para hacer propaganda y para hacerle un flaco favor, ahora se me acusa de vincular el flamenco con el franquismo. Ciertamente, si los vinculé fue para denunciar el uso que hizo la dictadura, y el uso que ahora quiere hacer Cs —las similitudes las dejo a gusto del consumidor—, y para lamentar que por esta cuestión probablemente ahora el público local no se interesa y no llene los tablaos de flamenco, ahora vacíos sin los turistas.
Lamento tenerme que justificar. Lo lamento muchísimo. Lo que pretendía decir en mi intervención era que omitir el mal que le hizo el franquismo al flamenco en Catalunya —y en el resto del Estado— era intencionado. Mi voluntad fue priorizar la utilidad de las instituciones a la mala intención de la política tóxica: nos conviene más votar a favor una propuesta que quiere promocionar el flamenco en los medios —pero que lo decidan los profesionales, no los diputados— y velar por la actividad cultural en vivo en general, no sólo del flamenco. Así, finalmente, quedó aprobada la propuesta, por unanimidad, con las enmiendas presentadas por el Grup Republicà y JxC.
El franquismo fue el enemigo del flamenco, por cómo quiso reducirlo a su propia propaganda y generó rechazo a gran parte de la sociedad catalana y española; pero hoy el flamenco tiene un enemigo en las instituciones, los diputados que prefieren confrontar que buscar soluciones para que los tablaos sean espacios culturales vivos.