La niña Marguerite. Primero Donnadieu, después Duras. La niña de la Indochina francesa, la niña pobre con los labios pintados, con zapatos de tacón para ir a jugar al tenis, la niña del deseo físico, la inagotable niña y doblemente niña en la vejez. Marguerite Duras vivió cada uno de sus días como si estuviera a punto de morir, y también como si ella misma fuera la causa de su muerte, y también como si la vida lo valiera todo, y también como si ella fuera lo único con valor. Si algo no le faltó a la niña Marguerite fue pasión: en la política, en la literatura, en el amor, en la bebida, en la maternidad, en el cine, en la sexualidad.
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