Lo que más me gusta de mi casa es que es mi casa, quiero decir que yo vivo en ella y en ella hay todo lo que yo quiero que haya, aunque a veces existen cosas que me gustaría que hubiera y no las tengo, como por ejemplo un cohete o un caballo, y a veces hay cosas que nadie quiere que haya salvo yo, como por ejemplo las piedras, los caracoles, las cajas de zapatos que ya nadie usa o los árboles.
Cuando entras a mi casa hay un pasillo que es muy largo pero que se te hace corto, y sigues avanzando pero no mucho y está mi habitación, a la izquierda, es la primera de la casa y eso me gusta porque es mi habitación, pero por la noche también me da miedo, además de gustarme. Si continúas por el pasillo llegas a la cocina que es pequeña y además, bueno, la cocina no me gusta mucho, porque no me gusta comer y como porque mira, me obligan. Cuando crees que el pasillo es demasiado largo y no se acaba nunca y a lo mejor cuando llegues al final te das cuenta de que estás en el espacio, flotando, y tú sin tu bombona de oxígeno, y van pasando por un lado y por otro, a toda velocidad, los ovnis y los marcianitos, con las cabezas grandes y los ojos negros… no, llegas al salón, que es donde normalmente está mi familia, y si un día llegas al final del pasillo y mi familia no está en el sofá, es que no hay nadie en casa.
Fragmento del relato, en El Libro de las Casas Bellas