
Maite Niebla
Porque a él lo único que le gustaba era nadar, y a mí también me gusta nadar, pero también hacer otras cosas como por ejemplo, yo qué sé, tomar el sol, o quedarme quieta en el agua, o mirar a la gente, no sé, lo que se hace en la playa, pero no le gustaba hacer lo que se hace en la playa y en general no le gustaba hacer nada de lo que hacía la gente normal, y eso que yo nunca me había considerado muy normal, pero comparada con él. Así que me enfadé y eso que era el primer día de vacaciones y normalmente hasta el segundo o tercer día de vacaciones estábamos bastante contentos. Que ya me había dicho que si era para nadar vale, pero que no quería tomar el sol, que el sol era cancerígeno y que nos íbamos a morir todos, ¡vamos a morir todos!, y lo decía para reírse de mí, de burla, y de mí no se iba a reír, y menos tan pronto, que no me había dado tiempo ni de deshacer las maletas… a él sí, porque él era un maniático, y supongo que lo sigue siendo, y tenía que ir deshaciendo siempre las maletas y colocando todo en su sitio, y venga a abrir los armarios de la habitación, y a deshacer la cama para que se ventilara, a abrir las puertas de la casa que mis padres nos dejaban todos los veranos para que no nos gastáramos dinero en hoteles.
Salí por la puerta dando un portazo y al momento vino detrás, que me esperara, que se ponía el bañador, y en el rellano, con el ascensor abierto y un pie sosteniendo la puerta, le pregunté si se iba a bañar, y dijo que a bañar sí, que nadaría un poco, y le pregunté si me llevaría a la parte de las rocas y dijo que sí, y le pregunté si después iríamos un rato a la toalla a tomar el sol y dijo que no y me metí en el ascensor y lo cerré, porque además acababa de salir el vecino de delante a sacar el perro y no sé qué manía tenía siempre de aparecer cuando discutíamos, la otra vez cuando discutimos, el verano anterior, también.