La literatura del MTB por Jenn Díaz
Contracrónica poética del mundo biker
Una de las cosas que más me sorprende del mundo biker es algo que no debería de sorprenderme ya. ¡La desigualdad que hay entre hombres y mujeres! En el deporte en general hay una gran descompensación. No sólo en aficionados, también en importancia mediática. El caso más claro es el fútbol: ¿quién sabe qué equipo ha ganado la Copa de la Reina? ¿Silbarán el himno en la final las mujeres también? No se sabe. Si no se tiene un poco de interés, la información no llega. Aquí en Eurobike la cosa está muy clara: periodistas, marcas, probadores, marketing —hombres. ¿Y las mujeres? En los mismos puestos, una de cada diez. Eso sí: azafatas, floreros y bailarinas… ¡mayoría! Dándole vueltas a este asunto, viendo desfilar a las mujeres monísimas que nos sirven por la mañana el café, las que atienden en los stands y reparten el periódico de la feria montaditas en una bicicleta, me acuerdo de Mireia Boscà —sí, sigo teniendo referencias y nombres aunque no sepa mucho de este mundillo.
Paso por delante del público que está viendo el espectáculo de baile —todos muy atentos, parece que están viendo el último modelo de referencia— voy pensando en lo que Mireia Boscà escribió el otro día en su página. Se quejaba de que la federación pasara por alto sus méritos deportivos, la falta de compromiso con ella. Y dijo algo clave que despertó mi interés, porque de todo esto entiendo relativamente, pero de feminismo estoy más puesta al día. Dijo: ¿La categoría fémina debe demostrar más que las otras? Ahí se me encendió la bombilla. ¿Dónde están las mujeres en el mundo de la bicicleta? Me suenan algunos nombres: Juliana Furtado, Mireia Boscà, Eva Castro. El otro día estuve haciendo un listado de mujeres dedicadas al MTB y me di cuenta de que, si las buscabas en internet, de algunas ni siquiera había una triste foto. De las mujeres de Eurobike —es decir, de las azafatas, las bailarinas y las de bodypainting— hay tantas como quieras.