La literatura del MTB por Jenn Díaz
Contracrónica poética del mundo biker
No sé nada de mountain bike. De algo me he ido empapando los últimos años, a fuerza de corregir y corregir textos de probadores. Sé más o menos cuáles son las mejores horquillas, el lío que tienen con el tamaño de las ruedas —parecido a si de verdad el papel está muerto o no en el sector editorial—, cuáles son los peores frenos y qué marcas marcan la tendencia del submundo biker. Sé todo eso, pero no sé apenas nada. Retengo nombres en mi cabeza de haber corregido entrevistas: Bernat Garcia, Cedric Gracia, Gary Ficher, Fabien Barel. Sé anécdotas de algunos corredores, cómo adelantan en la Copa del Mundo, cómo bajan como locos. He paseado por las carpas del Demo Day, entrado al camión de SRAM y fotografiado las cosas insignificantes de Eurobike.
Me gustaba venir pedaleando por las carreteras secundarias de Friedrichshafen, llenas de manzanos, y podría escribir otra novela en la sala de prensa de la feria. Pero ¡no sé nada de bicis! Sin embargo, tengo un lugar privilegiado. Algunos de los que entienden de bicis no pueden vivir el mundo que yo tengo, sin esfuerzo, a mano. Así empieza este diario de una intrusa en Eurobike: los que sí entendéis de bicis pero no habéis pisado la feria europea más importante, aquí tenéis un testimonio.