ahora hay que preocuparse
de lo que no tiene importancia:
de que las ramas no invadan el jardín del vecino
de que el polen no vuelva amarillas nuestras sábanas
de que las cortinas estén limpias y huelan bien
de que la leña no se moje a la intemperie
de que la hija no se caiga por las escaleras
de que el silencio no nos perturbe
vamos a preocuparnos
de lo que no es preocupante
y vamos a vivir en esta casa
y no vamos a soñar con ninguna otra
y los ruidos a los que debemos acostumbrarnos
—pájaros, ladridos, viento, hojas—
ya no nos recordarán
a otros lugares hermosos
sino a este lugar hermoso