Johnny Carter, es decir Charlie Parker en El perseguidor de Julio Cortázar, ya lo tocó mañana: los agujeros y la música. Está en un estudio de grabación pero ya es mañana, ya ha tocado lo que está tocando, y es terrible, porque el tiempo lo aprisiona de un modo infernal: de la misma manera que el vestido rojo de Lan, o las urnas con cenizas de difuntos, o los minutos enrareridos del reloj. Porque, por ejemplo, Johnny se pone a pensar en el metro, y lo que ocurre dentro del metro es algo extrañísimo —también lo es lo que ocurre fuera de él. Pero dentro del metro: el tiempo va a otro ritmo. Él se pone a pensar, Johnny se pone a pensar, se lo cuenta a Bruno, y piensa por lo menos durante quince minutos, pero cuando despierta, porque de los pensamientos uno se despierta, sólo ha dado tiempo de unas pocas paradas, es decir de unos pocos minutos. ¿Entonces cómo va a ser que haya pensado, al menos, un buen cuarto de hora?
Otro libro? No mejas descansar muhé!!
Marta (aka Penny Lane)