Pero ha sido una lectura agridulce. Me ha sabido a poco. Me explico. Los mismos elementos que juegan a favor de la novela, la sencillez de estilo, las historias conmovedoras y la construcción de los personajes, saben a poco cuando llegas al final de ella. A medida que avanzaban las páginas, me he encontrado expectante como lectora, a la espera de algún giro inesperado en las historias o ante el descubrimiento de algún aspecto imprevisible en el carácter de los personajes principales. Esos momentos no han llegado. Y es que creo que Díaz no acaba de aprovechar plenamente el escenario de opresión tan asfixiante contra las mujeres que imagina (la coerción gubernamental sobre la maternidad) para romper en algunos momentos del relato con tanta sobriedad estilística y sorprender al lector con un viraje insospechado en la conclusión de las historias.