Uno de mis secretos mejor guardados es que nunca acabé la novela de mi vida. Cuando me quedaban pocas páginas de Nubosidad variable, de Carmen Martín Gaite, dejé el libro en la estantería y nunca más volví a cogerlo —sólo para volver a tocarlo. A partir de aquel momento, seguí leyendo su obra, entera, a excepción de esas pocas, esas nada de nada, ese final de la novela epistolar, mi primer libro serio, por así decirlo.
No sé cómo he llegado hasta aquí, pero, sin duda, me apunto la dirección para no perderla. Y, desde la ingravidez de Bergai, me voy corriendo a descubrir Belfondo…
Es curioso… Algo parecido me ocurrió a mí con “La insoportable levedad del ser” que es, en mi humilde opinión, una obra magnífica, maravillosamente escrita pero que, precisamente por estos motivos, me deprime enormemente, me llega demasiado hondo y no puedo terminar de leer. Y mira que lo intenté, por lo menos dos veces, en español y en inglés, a ver si así me podía distanciar más, pero no hubo manera.
Eso sí, lo que leí me sirvió para ayudar a moldear mi manera de ver el mundo, creo yo, y lo considero tanto o más valioso que todos los libros que sí he podido terminar.
Ha sido un placer descubrirte (via JotDown), prometo pasearme por tus textos.
Saludos!
Esas prisas por seguir, aún sin acabar lo anterior, las conozco, no en mi, sino en uno de mis hijos. Es, pienso, la juventud y el deseo de absorver todo lo que acontece, de mayor todo se ve con más calma y le damos tiempo al tiempo, aunque tengamos menos. De hecho guardo los enlaces de todo lo que escribe para disfrutarlo con lentitud.
Abrazos
Qué maravillosamente bien escribe esta muchachita.