Imaginad a una mujer en el año 1882. Imaginadla con dieciocho años leyendo una columna sexista en el periódico Pittsburgh Dispatch. Ahora imaginadla escribiendo una carta anónima al director de dicho periódico, una réplica a la columna desagradable que ataca contra los derechos, todavía sin determinar, del sexo supuestamente débil. Imaginad, un último esfuerzo, e insisto en que estamos hablando de una mujer y de 1882 y de dieciocho años, imaginad que el director del periódico pide que la persona que ha mandado esa carta se presente en las oficinas. Estáis imaginando, sin saberlo, porque de personajes así sabemos poco, a Elizabeth Jane Cochran.