Hay una serie de comodines musicales y literarios que le han solucionado la vida a los que deciden bandas sonoras y portadas de libros. Me refiero a esas canciones y esos cuadros universales que se pueden utilizar de tantas formas y para tantas historias, como cuando en los juegos de cartas le das el valor que necesitas al joker. Existen dos listados con los usos y abusos de lo que cuento: las bandas sonoras más socorridas, las cubiertas de libros con el mismo cuadro.
En literatura, para escribir un diminutivo y abusar de la ternura que suponen, para salir airoso de la dulzura, tienes que ser gallego o brasileño. Parece que solo con sus -iño/a el diminutivo no resulta ridículo y tiene un valor mucho más relevante que el -ito/a del español. Pura sonoridad.
El año pasado se publicaron 60 219 libros, de los cuales tres de cada diez eran literarios. Aunque parezca una cifra increíblemente alta y poco asumible, lo cierto es que ha bajado con respecto a años anteriores. Supongo que nos preguntamos cuántos de esos 60 219 fueron prescindibles y cuántos de los imprescindibles no se publicaron.
Es más sencillo dejar el comentario, aquí, que en DK.
En “¿De qué me suena?” mencionas el cuidado que deben poner las independientes (en realidad, todas)
Bueno. Y también es importante que no puedes andarte con pijadas con los rollos del copyright, no creas…
¡¡¡Qué difícil es comentarte ahora!!!