Julio Cortázar
Son muchas las veces que Ana María Matute se ha hecho referencia a sí misma como una niña. O mejor, un niño. A pesar del pelo blanco, a pesar de las arrugas, a pesar de que a veces sea tan débil —aunque a veces mueva las manos tan efusiva y enérgicamente—, la Matute es, para muchos, una bruja buena o un niño travieso. Por eso, cuando Gabriela, la niña de la novela infantil “Sólo un pie descalzo”, entra en un mundo fantástico en el que los trastos viejos del desván hablan, donde se consuelan todos los cacharros que han quedado olvidados —sustituidos por nuevos— para los mayores, incluida ella, incluida el zapato que siempre pierde, lo que hace Ana María Matute es buscarle un refugio a la niña que todavía es. El maravilloso País del Pie Descalzo, por el que nos guiará el muñeco Homolumbú, es un rinconcito privado en el que van a parar los que defienden la infancia de la misma manera que Benedetti hacía lo propio con la alegría: como una trinchera. Como ayer fue el día de la infancia, leí que un hombre creativo es un niño que sobrevive.
Jorge Luis Borges
Para mí, el mejor y mayor —y más alto y más listo— niño superviviente es Julio Cortázar, que siguió jugando en el mundo de los adultos a lo que juegan en el País del Pie Descalzo, el único sitio en el que Gabriela se siente a salvo. En el cuento “Silvia”, Graciela, una niña resabida (porque los niños de los cuentos siempre son viejitos prematuros), le habla a Fernando de una amiga que nadie le ha presentado al llegar. Fernando mira cómo las piernas de Silvia reflejan el fuego, y cómo Silvia está siempre con los niños, discretamente, y cómo no tiene acceso a ella por más que los niños la reclamen y por más que él se inquiete cada vez que desaparece y no sabe dónde se ha metido. Finalmente, Silvia es sólo la invención de los chicos: Graciela, Álvaro, Liliane. Sin embargo, Fernando, que podría ser Julio Cortázar o Ana María Matute, la ve: duerme en su cama, acompaña a los chicos para que no se pierdan ni tengan miedo. Silvia es el zapato que pierde Gabriela y es, también, Minguinho.
Virginia Woolf
Minguinho es el arbolito de naranja lima, el coprotagonista del libro de José Mauro de Vasconcelos. Zezé, el niño que quiere ser poeta y persigue al Portugués y le lleva flores a su maestra y le regala cuadernos a su hermana Glória, se muda. En su nueva casa hay un jardín en el que juega con su hermano Luisito, que es todavía más pequeño que él. Allí están los indios, Europa o el zoológico, que son los juegos que ha inventado el —también— resabido niño. Pero de todas las invenciones de Zezé, la más importante es la voz que adquiere Minguinho (o Xururuca, que es como le gusta que le llame). El arbolito de naranja lima puede hacer de caballo y puede hacer de conciencia: Zezé mantiene largas conversaciones con su planta. A veces lo utiliza para darse valor, otras veces para consolarse, otras para provocarse a sí mismo para hacer una travesura. Su fidelidad es tan grande como su fe en ese árbol amigo.
Frida Kahlo
Pero ¿quién puede ver a Silvia, conversar con Minguinho o dejarse guiar por Homolumbú en el País del Pie Descalzo? Los niños, únicamente los niños. O, en su defecto, los niños grandes como Cortázar o Matute. De la misma manera que, como dice Álvaro, el inventor de la amiga imaginaria, Silvia viene cuando quiere, te digo, la infancia también viene cuando quiere, o se queda el rato que le da la gana: puede, incluso, no aparecer nunca. Fernando, que parece el único de los adultos —el niño que sobrevive— que ve a Silvia, no podrá ver más a esa damita que es la infancia, porque los niños se van a separar (uno a Buenos Aires, otros a Roma) y Silvia sólo está si permanecen juntos; de ahí la importancia de rodearse, tanto como se pueda, de esos locos bajitos. Álvaro le pregunta por qué, si su madre y los demás creen que él ha inventado a Silvia, por qué él si lo cree, si pregunta sinceramente por Silvia. Julio Cortázar responde: porque yo no soy como ellos. Yo la vi, saben.
No puedo con la carita de Julio!
Jaja… Yo también le daría algún que otro mordisquito, sí.
Jo, Tongoy, la Matute, la Virgi y la Frida son más rollo la Patrulla. Si es que. Tu sigue dándole a Dosto. Tema pelo en pecho y tal.
Me molesta un poco que ellos, para ti, me hayan creado a mí, y no yo a ellos. Bueno, ya… ya se me pasa.
“Los niños de los cuentos siempre son viejitos prematuros”. Olé. Me quito el cráneo, una vez más.
Y cual sería la diferencia? No lo pillo. Igual es un tema de medallas, se me escapa.
Tampoco hace falta ser un Sherlock para ver que lo de Tongo está escrito por varias manos. Cuestión de estilo, nada más. Al final, puede ocurrir que todos-as escribais igual. Igual de bien, por supuesto.
Muchas gracias, Ernesto. De verdad, qué honor que te pases siempre por aquí.
¡Señor, qué cruz contigo, Anónimo! Yo creo que a Tongoy le va a gustar eso de que su blog se escriba a varias manos, porque le va a dejar más tiempo libre. Es bonito tener un estilo, pero ya compartirlo con otros, además de la identidad y el cuerpo… mira, no sé, no me convence.
Felicidades por la entrada. Cada noche me gusta más lo que escribes. Sigue así de original. Muy interesante.
Tengo esa foto de Julio, la recorté de un diario hace como 15 años, es muy grande. Ya le sacaré una foto para mostrarte Jenn.
Siempre pude reconocer en fotos de la infancia quién era quién, sin embargo jamás pude proyectar cómo será un niño en su adultez.
Un abrazo.
Gracias, psicopatilla anónimo.
He encontrado también una de Benedetti, Miriam, pero no se le ve bien la cara. Para mí, la única reconocible es Frida, y un poco Virginia… Cortázar tiene carita de niña.
Un beso grande.
De nada, esquizo logada.
La locura está muy bien repartida.
No conocía la foto de Virginia Woolf, ¡qué genial!
Creo que viene a cuento hacer alusión a un cuento de Cortázar, “Final del juego”. En él son tres niñas las que intentan pasar las barreras de la realidad a la ficción (como todos los niños), aunque acaban teniendo una traba para hacerlo.
Raquel, la foto la conozco gracias a Ainize (G&R). Se la reconoce bastante bien, si te fijas…
Me apunto ese cuento, que no lo he leído.
Gracias, Raquel.
Un beso.
respeto tu gusto, y te envio este link. Valdano dice que lo mejor de Maradona no lo llegamos ni a ver, pq eran los entrenamientos… Además, comenta que son categorias distintas. Arte vs velocidad y regate. El día en q la Pulga juegue en otro equipo y no tenga a Iniesta y compañia jugando para él, me lo cuentas. Me parece infinitamente mejor q CR7, pero nadie dice esto: qué seria de CR7 en el Barca jugando para él -sin Messi, of course–? 80 goles por temporada, quizás.. Los comentarios del tal B. Prado trepa te los puedes saltar, of course.
http://www.revistalibero.com/jorge-valdano-por-benjamin-prado.html
¡Qué gozada! Tú también buscas la alegría, se ve en lo que escribes, y estas fotos inéditas para mí.
Gracias por el disfrute.
Abrazo gordo.
Gracias a ti, Isabel. Menos la de Borges, las demás las tenía controladas… vi un pequeño Bendetti con un libro en las manos. Estuve buscando más, pero no de todos hay foto. Me alegra que hayas disfrutado.
Un abrazo.