Por rubio y por silvestre

Para Jara y su preciosa familia
La primera vez que vi a Jara era un bebé. Yo creo que no llegaba al año. Tenía la cabeza rubia, rubia hasta decir basta, hasta decir blanco. Si mirabas a sus padres lo primero que se te pasaba por la cabeza era que Jara era una niña adoptada. Rusa, sueca, alemana… lo que sea menos de aquí, de ellos. Yo había publicado hacía unos meses un libro de un pueblo inventado, pero siempre defendía la parte real de toda aquella historia, que era un pueblo de aquí de Barcelona, cerca de mi casa. Los padres de Jara, que la acababan de tener, y el hermano tenía cuatro años, se pusieron en contacto con la editorial para pedirme que les hiciera una pequeña guía por aquel lugar. Porque la madre de Jara era una lectora de las que… y se había leído mi libro, y decía que le había gustado mucho, y que quería conocer el pueblo, y que por eso habían decidido venir a Barcelona de vacaciones. Las primeras vacaciones de Jara. Quedamos en la editorial, porque yo no me fiaba, y prefería estar en mi territorio. Y entonces la vi, a Jara, que era… pequeñísima… y rubia como no había visto yo nada igual. Me dan la mano, y saludan a los editores, y después me dicen que son todo míos. Yo había comprado una tarjetita de diez para ir cómodamente sin entretenernos más de la cuenta en la estación, que hace un calor terrible, la de Plaça Espanya, y nos fuimos hacia allí. Yo no sé qué pasó, que en principio iba sólo a hacerles la guía durante la mañana y la tarde, y me quedé con ellos todo el verano. 
-Jenn, si ves que nos dejamos la niña en algún lado, tú… cógela, que… somos así de desastres.
Y yo pensaba que era imposible olvidarse aquella… preciosidad rubia y, dios, era tan bonita. Y decían que se portaba tan bien, que era tan buena, que tan silenciosa, que tan todo, que a veces se la olvidaban. Y como querían estar muy pendientes del niño, para que no se encelara, a veces, que lo hacían sin maldad alguna, que yo pude comprobar que querían a la niña muchísimo…, pero se la olvidaban. Y cuando de pronto notaban su pequeña ausencia, que no era mucha, porque es cierto que Jara más buena no podía ser, decían: 
-¿Y la niña?
Y aprendieron a confiar en mí, en que yo no me iba a olvidar de la niña, y ellos podían disfrutar de las vacaciones, del enano. Que no es que fuera enano el niño, pero le llamaban así cariñosamente… y hasta yo acabé llamándole enano. Pues cuando acabó la guía, me pidieron que me fuera a cenar con ellos. Habían alquilado un pequeño apartamento en la costa, y yo estaba tan a gusto con aquella familia, que no me pude resistir. Me quedé con ellos… y un día, y otro… y me ponía la ropa de la madre de Jara… unos pantalones tejanos que todavía tengo aquí, y un pañuelo azul marino, precioso, con unas flores, preciosas, que me lo regaló al final porque decía que me quedaba mejor que a ella, y que lo iba a lucir. Y es verdad que lo luzco, y cuando me lo pongo… parece que huele a ella todavía. Bueno, me quedé el verano con ellos, y Jara iba creciendo, y ya cada vez nos la olvidábamos menos, porque había aprendido a decir enano… decía nano o algo que se le parecía. 
Una tarde, cuando estaban todos echando la siesta y yo estaba leyendo una novela que todavía no se había publicado, pero no mía, otra novela, se me acercó la madre de Jara. 
-Jenn, ¿tú sabes por qué le pusimos Jara a la niña?
-Porque el enano lo eligió, ¿no?
-Sí… pero al enano le dimos a elegir algunos nombres… entre ellos estaba Jara, porque a mi abuelo le habían puesto ese mote… El Jaro… por rubio y por silvestre… que la jara es la flor silvestre de los caminos…
-Pues fíjate qué rubia… yo al principio pensaba, no te miento, que era… adoptada como poco.
-Jara se llama, por El Jaro… que parece que ha dicho… ¿no querías una rubia?, pues dos tazas…
Y mientras me lo contaba, que llevaba un vestido medio abierto, y se le veía el ombligo, yo pensaba en eso del abuelo, en cómo lo había dicho -por rubio y por silvestre-, y que parecía como cuando castigas a los niños, o que el abuelo les castigaba con una niña que no parecía suya… por bruto y por marrano, por malo y por desastre, por mentiroso y por trasto… por rubio y por silvestre… y se me quedó.
Pero el verano se iba acabando, y os juro que cuando se montaron en el coche y ya estaban preparados para irse de mi vida, que no para siempre, pero sí, no iba a ser igual… os juro que recé para que se olvidaran la niña allí en mis brazos… pero que se la olvidaran para siempre… por rubia y por silvestre, mi Jara…

2 thoughts on “Por rubio y por silvestre

  1. Hola Jenn! Soy Marco de “Colla”. Has recibido mi e-mail? Desde sabado hasta el miercoles voy a estar en Barcelona. En el ultimo mensaje tienes tambien mi numero de movil.
    Espero que nos veamos.
    Saludos

  2. Las jaras dan miedo, dan miedo por salvajes, por que aparecen en los caminos más solitarios, los más abandonados. Son hermosas (aunque sabemos que no huelen muy bien, como los bebés en ciertos momentos), son las flores que llevo en la sangre, como los claveles y las amapolas. Jara será rubia, será como ella quiera ser, pero de momento parece una gran ladrona de voluntades y corazones. Un beso gordote.

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