
“A menudo necesitamos giros ruidosos para darle nuestro reconocimiento a quien lo merece. Necesitamos que el viento dé un portazo y gire la veleta, entorpeciendo el silencio, para recordar que arriba en el tejado un gallo oxidado da vueltas sobre sí mismo cuando el aire se encabrita. Así, la muerte es muchas veces el motor de nuestro orgullo. Otras, menos irreversibles, es la recepción de un premio. De este modo, Wislawa Szymborska se ha vuelto eterna y ha estado en boca de todos en dos ocasiones: cuando recibió el Premio Nobel en 1996 y ayer, el día de su muerte”. Para leer el homenaje a esta gran poeta que he escrito para G&R, pincha en la imagen.