Llevo todo el día sumergida en los libros del 27 de septiembre. Un día en la vida de los hombres, primero. Un día en la vida de las mujeres, desde esta tarde hasta ahora. Voy tomando anotaciones. Creo puentes, como dice Esmeralda, en vez de buscar diferencias. Es lo único que me pido a la hora de enfrentarme a esta comparación con la que yo misma me he retado. El 27 de septiembre ya nunca será un día cualquiera. Me da por pensar que acabaré escribiendo el mismo día el resto de mi vida, o quizá sólo 43 años más, como Christa Woolf. Ahora me gustaría saber qué hice el 27 de septiembre de 2008: mientras Vera, la hija de Joana Bonet, cumplía cinco días; cuando faltaba un mes para que Shirley Anderson Bermúdez muriera; al partir Anna Caballé y Flavia Company en avión, afirmando ambas sensaciones diferentes con respecto a los viajes. Querría saber si el 27 de septiembre yo tenía algo que ver con cada una de ellas. Aparece el viento de tramuntana y Meryl Streep como si todas fueran una misma, quiero saber si quepo. Tres años más tarde, me gustaría saber si un año antes yo tenía algo que ver con la chica rubia que espera ver Feliu Formosa desde la ventana, o si coincidí con Pedro Zarraluki al escribir la palabra amor en alguna página o si apagué el teléfono al mismo tiempo que Cesc Gay. No me acuerdo, y siento como si se me escapara algo, como si me lo robaran. Leo en las chicas -sobre todo- la necesidad de dejar plasmado un día, uno solo, para no sentir que se te ha escapado ya para siempre. El 27 de septiembre es una trampa que nos ha tendido Esmeralda Berbel, y desde aquí le doy las gracias.
Me gustaría saber qué hice el 27 de septiembre de 2.011, porque no lo recuerdo.
Y sigo amando el soplo de Clarice
Tienen buena pinta esos libros… y los cruces a los que puede conducir al lector, me gustan esos cruces!
Un besote, Fusa!