Otro remedio que aceptarme

El baño de Rentería, Darío de Regoyos y Valdés

Martínez está con el resto de chicos en el río. Tiene el pelo corto y el cuerpo muy poco desarrollado y le gusta estar con los muchachos y que le llamen Martínez, por su apellido, en vez de por su nombre, Luisa, que es tan de chica. Allí, entre todos ellos, es uno más, un niño travieso y escapadizo que se esconde entre árboles en vez de entre armarios y puertas. Su hermana, en cambio, a esas horas, está en casa leyendo un libro. Martínez aborrece los libros que lee su hermana, siempre de amor, siempre iguales, y prefiere estar con los chicos y hacer cosas de chicos. Teme el momento en que su cuerpo intente ser de mujer y, entre ellos, exista diferencia. Pero de momento todos están en el río y empiezan a desnudarse rápidamente sin recordar que Martínez, bajo ese apellido y esa pose de tipo duro sobreactuada, bajo toda esa máscara, se encuentra Luisa, una niña de doce años.
(Ojalá me pase algo. Ojalá saltemos al río y venga una corriente y se me lleve y me deje más de diez días perdida en el bosque, sin casi comida. Ojalá que se arrepienta de decirme todas esas cosas horribles, que se entere de una vez que soy diferente, que no me gusta lo que se espera que me guste. Ojalá aprenda la lección y se asuste tanto con mi desaparición que al volver no le quede otro remedio que aceptarme. Ojalá se dé cuenta de todo eso, de todo eso, que tenga miedo de perderme y rece y pida cualquier cosa. Que después tenerme sea como un regalo y ya no importe nada. Ojalá ya no importe nada.)
Uno de los muchachos sí es consciente de que con Martínez está Luisa. Y se quita los pantalones y la mira de reojo para ver cómo es su cuerpo, ya que por fuera parecen tan parecidos, ya que todos la han aceptado como chico valiente y nadie se fija en ella. Pero el muchacho sí se fija y sí entiende que, aunque tan cercana e igual, su cuerpo irá en otro camino. Quizá uno que a la propia Martínez no le guste, pero otro. Así que se quita después la camiseta y se acaricia un pecho para ver cómo de grande es, por si pudiera empezar ya a comparar los cuerpos. Pero Martínez está todavía pensándose si quiere lanzarse al río o no, aunque, por la cara que tiene, todo apunte a que los va a mirar como ha hecho otras veces. Unas veces en que, se esperanza él, no hacía tanto calor.
(Y al volver le contaré todo lo que pienso y todo lo que siento. Que lo sepa todo. Que ya no se la pueda disculpar porque no sabe. Que muchas veces me dice: cómo quieres que lo sepa si no me lo dices. Se lo contaré todo, para que ya nunca más pueda escapar de mi verdad, para que quede encerrada en estas cuatro pareces que es mi cuerpo, que lo entienda todo. O que no lo entienda, pero que lo sepa, de una vez que lo sepa y me acabe aceptando. Pero ojalá eso venga después de que se me lleve el río, para que me eche de menos, para que me dé por perdida, y entonces, al volver, todo le valga. Todo. Incluso yo, así, como soy.)
Al otro lado del río hay un viejo, viejo. Está desnudo y les anima, riendo como un loco incomprendido y exagerado, a que se sumen al baño. ¡Está completamente helada!, les dice, pero con un tono que demuestra su satisfacción. Comienza a gritarles desde la otra parte, gesticulando mucho por si no les llega la voz. Los muchachos, menos Martínez, le prestan atención mientras se desvisten. Dice: ¿lo habéis escuchado? Y todos le miran como contestando que no. Y el viejo dice: que de tan fría como está el agua de este río, se puede andar sobre él, como Dios, de tan fría, parece que andes, a ver quién lo consigue. Todos se miran y se ríen, tomándose a broma lo que el viejo les cuenta y, sin embargo, retándose. Empiezan uno tras otro a tirarse al río, a reír de lo fría que está, efectivamente, el agua, mirándose desde dentro y diciendo: no, tú tampoco lo conseguiste, te vimos hundirte enseguida.
(Ojalá que me muera y después sobreviva. Que me ahogue y me encuentre sin respirar, echando agua por la boca. Y alguien venga y me resucite de alguna manera y sienta que me recupera de algún otro sitio. Que le nazca la urgencia de tenerme sea de la forma que sea, y que entonces ya nunca más haya problemas, ya nunca se me ponga en duda o en tela de juicio, que entonces todo se entienda desde el principio, como pasa con todos los demás, nos gusten o no. Ojalá el río me devuelva lo que ya he perdido, lo que ya he perdido, que soy yo.)
El viejo les ve desfilar y disfruta obscenamente. Le gusta ver a los niños correr. Ver a los niños desnudos correr. O estarse quietos. Le gustan los niños, verlos. Quizá tocarlos, todavía no lo sabe, pero seguramente. Y se lo pasa bien viendo como saltando el sexo de todos, tan pequeños por la edad, por el frío, por la vergüenza, todos ellos, se mueven de esa manera tan natural y despreocupada. Y le gusta después verles con toda la piel erizada, acercándose unos a otros, intentando darse calor sin tocarse. Deseando que finalmente lo hagan.
(¡Ojalá, ojalá, ojalá, ojalá, que me muera, que me ahogue, que me limpie el río, que resucite, que me sobrevivan, que me acepten, que me acepten, que me quieran, que me entiendan, que me ayuden!)
El muchacho ve cómo Martínez se desnuda rápidamente y se lanza al río con tanta fiereza, como con rabia. Ha echado a correr tan rápido que apenas ha podido fijarse en ella, en su cuerpo, pero casi podría asegurar que son tan diferentes. Tan explorables.
(¡Ojalá, ojalá, ojalá, que me entierran, que me extrañen, que se arrepientan de todo, que ya nunca me duela nada, que no me hablen para herirme, que se arrepientan, que me quieran, que me entiendan, que me muera!)
El viejo detecta algo que no le gusta. De todos los niños, uno es diferente. Y quizá se equivoque, por la distancia, pero hay algo que no le gusta. ¿Qué no le gusta, qué no puede gustarle? Y se siente incómodo y extraño, irreconocible.
Entonces sale Martínez y, muy a pesar de todos, ya se le marcan las caderas.

20 thoughts on “Otro remedio que aceptarme

  1. Así es preciosa, a veces sentirse diferente se traduce en desear morir, no debería ser así, a mí al menos no me gusta que sea así, pero lo es, morir, que pase algo que te arrebate y entonces sepan lo que han perdido, o no, da igual, pero que pase algo…
    Ay… si es que es siempre todo tan como tú lo cuentas, querida F.
    Gracias siempre.
    Te beso muy fuerte.

  2. Gloria: preciosa, como me alegra tenerte por aquí. ¡Como en los viejos tiempos, que no lo son tanto pero lo parecen! Te leí, sí, pero entonces yo también he estado un poco para allí, para el otro lado, y quise centrarme antes de decirte nada. Después iré.
    Muchas veces las ganas de morir son precisamente después de que hayamos tenido muchas ganas de vivir y, de golpe, todo se hunda en la tierra. Desear que a uno le ocurra algo malo es -utilizaré la palabra de MJ- universal, creo.
    Un abrazo, mi niña.

    María Jesús: muchas gracias, MJ. Cualquier palabra que vaya detrás de don me haría sentir halagada, pero además ésa me gusta mucho.
    Un abrazo.

  3. Ay, Fusa, siempre tan Fusa.
    Tan admirable, tan maga, tan palabra.

    (Soy Gilda pero soy El arcángel mirón, aunque el link te lleve a un nuevo blog que nada que ver).

    :)

    Apapacho.

  4. Gilda: después de estar varios días sólo escribiendo El papel de la noche, volver a los tuencos me daba respeto, como si fueran personas desconocidas, familiares lejanos que van a juzgar. Me ayuda y refuerzan tus palabras, gracias.
    Un abrazo.

  5. A mí me gustan siempre tus tuencos, Fusa, y en éste consigues una vez más lo que tan bien señala Maria Jesús. En la adolescencia, sobre todo, quién no ha querido alguna vez morir.
    Un beso y que sean para ti estos días, y los futuros, hermosos.

  6. Bel M.: y a mí siempre me gusta que aparezcas, como saliendo de alguna parte que yo desconocía. Me alegro de verte por aquí (esta es una entrada de reencuentros felices) y de que te guste este tuenco y otros.
    En la adolescencia y cuando no es la adolescencia, en realidad. O en una que dura toda la vida, una que no se puede desprender una de ella.
    Felices días también para ti y también para siempre. Lo que me gusta de estas fechas es sentir que no te deseo cosas diferentes, sino más de lo mismo o dicho de otra forma.
    Una abraçada, Bel, bonica.

  7. Tan real como si uno lo viera, lo viviera. Luisa Martinez es más completa, más compleja y con tu voz da mucho que hablar.
    Besos

  8. Es tan triste, tan hermoso y desgarrado tu tuenco, q me duele por auténtico. Me duele Martínez y todos esos niños encerrados dentro de un cuerpo desmedido, niños y niñas q serán adultos diferentes, porq nadie entendió esa diferencia cuando era el momento de hacerlo.
    Un besico.

  9. Decimos a veces que los niños son crueles, pero la verdad es que sólo entre ellos se alcanza un perfecto grado de igualdad, en el sentido de uniformidad y semejanza; el problema surge cuando interviene un adulto… su mirada empaña toda inocencia.

    Llevaba unos días preguntándome por ti y a la vez diciéndome, está escribiendo, está con sus magníficas historias, quizá atascada en alguna, pero ya saldrá. Vamos, que te echaba de menos.

    Besos.

  10. Ha sido todo un descubrimiento conocerte gracias a Gilda (por el facebook) aunque ya tu nombre me sonaba.
    Y además, tan lindo coincidir en dos grandes como es Lispector y Baricco.
    Ya con mi seudónimo re darás cuenta de mi admiración por ellos, entre otros más.

    Todo un placer leerte.

    Recibe abrazos.

    Graciela

  11. Gracias por seguirme, así he podido acceder a tu blog y comprobar que coincidimos en el gusto de autoras y libros.

    Bello blog y bellas frases.

    Felicidades

  12. Ser diferente no tendría que doler, no tendría que desearte no querer vivir.

    Eres increíble Fusa!

    FELIZ NAVIDAD, y que el don de tu creatividad siga regalándonos todos estos bellos relatos.

    Un beso enorme!

  13. Que dificil es sentirse en un cuerpo que no se siente propio…
    Dificil sentire no aceptado, distinto… ajeno…
    Quien no ha tenido esa idea de morir alguna vez?
    Besos linda

  14. Anabel: me gustaba que Luisa estuviera entre paréntesis, como al margen del cuento, pero en el mismísimo centro. Que diera que hablar, sí.
    Un abrazo.

    Sr Miyagi: bienvenidísimo (antes se llamaba show de fusa y la presentación quedaba mejor) a estos fragmentos de cualquier interior. Me alegro de que te haya gustado este tuenco. Gracias a ti.
    Un saludo.

    Sara: y en el fondo… ¿cuándo sería el momento de hacerlo, de entender la diferencia, cuándo estaríamos a tiempo de convertir lo diferente en normal o, por lo menos, no en una rareza? Eso no se sabe. Si te duele no puedo hacer otra cosa que darte las gracias por leer así.
    Un abrazo.

    Wara: eso es. Los niños son crueles, pero tratan con la crueldad misma de los niños. Conmigo no hubo ningún niño cruel. Quizá estuve en la frontera justa antes de que todo se desmadrara. A mí me gusta la picardía de los niños, la valentía, la picaresca. Sin embargo hay momentos en que asusta un poco.
    (Cuando no estoy aquí, estoy en El papel de la noche, una novela que sólo tiene unas veinte paginitas, frescas, ¡no-leídas!)
    Un abrazo.

    Clarice Baricco: a mí también me sonaba tu nombre. Tenemos varios blogs en común, como quien tiene amigos en la calle. Además me llamó la atención la mezcla de nombres. Coincidimos, claro, y eso no se pasa de largo, no en la mente. Me alegro de que estés aquí (¡y de la mano de Gilda!), Clarice, muy bienvenida. También es un placer para mí.
    Un saludo.

    Isabel: era mi manera de decir: estoy aquí. Porque hace tiempo te visité, viéndote en la página de David Couso, hacia la magia, de Martín Gaite, y me gustó tanto la idea del costurero. Poco antes mi madre me había comprado uno para mi casa nueva. Y siento tanta felicidad cuando coso algo y rebusco ahí adentro (todavía ordenado, del poco tiempo y uso que le he dado) que decidí acercarme a ti, para ver qué más me podías contar.
    Gracias a ti por venir hasta aquí, siguiendo el hilito.
    Un saludo.

    Malvada Bruja del Norte: no tendría que doler y, sin embargo, duele. No siempre hasta querer morir, pero siempre algo, como un pequeño escozor raro y molesto.
    (¡Tú sí que eres increíble, no me digas esas cosas!)
    Bon nadal, bonica.
    Un beso muy, muy grande.
    Mis mejores deseos, siempre.

    V.: y no por tópico menos, ¿eh? Te leí hace unos días, diciendo que desaparecías. Seguimos en contacto por donde sea. Pasa unas buenas fiestas y un buen viaje, una buena vida.
    Un beso, guapa.

    Rayuela: muchas gracias, Silvia. Eso de universal me sube los colores. Porque creo que es importante hablar de uno y de todos a la vez. Me gusta mucho que me lo digas y me tira el ego, el maldito.
    Un abrazo.

    Miriam: qué difícil, sobre todo, no sentirse en un cuerpo ajeno, sino que el resto no comprenda que eso es así, que es ajeno, que no te pertenece. Y como el cuerpo, tantas cosas.
    Un abrazo, linda.

  15. Isabel Martínez: curiosamente el otro día visité a María Jesús y vi las personas que tenía colgadas, fue tu imagen la que me hizo ir a tu casa y curiosear un poco. Cuando al día siguiente te vi en los fragmentos no entendía de dónde salías, sólo sabía que ya me resultabas familiar.
    Muy bienvenida, Isabel, tienes todo el permiso del mundo para quedarte, no hacía falta ni avisar.
    Un saludo y gracias.

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