Cincuenta años de risa

Captura de pantalla 2014-11-21 a les 12.22.48Y un día dijo, bueno, pero quiero hacerlo, y si pudiera hacerlo no lo haría, pero querría poder hacerlo, y le preguntaban, pero lo harías o no lo harías, y no, segu-ramente no lo haría, pero y si tuviera que hacerlo, le gustaría poder, y si las demás quisieran hacerlo, deberían poder hacerlo, o aunque no lo hiciera nadie en el mundo jamás, aunque nadie en el mundo quisiera abortar, queremos poder hacerlo. Sí, el texto debería ir sobre el proceso catalán, sobre la consulta ciudadana, de si sí o si no, y yo me pongo a hablar del aborto, porque de lo que quiero hablar, de lo que sé hablar, de lo que me gusta hablar es de derechos sociales, de dignidad, de democracia, de las vidas sencillas, vulgares y cotidianas; porque de instituciones, palabras médicas técnicas y política no sé lo suficiente.
Empiezo por el aborto porque la raíz es la misma, para mí es la misma —digo sí al aborto, digo sí a la consulta. Eso no significa que quiera abortar, eso no significa que quiera o no la independencia. No significa nada salvo lo que quiere significar: que quiero tener derecho a decidir. Lo que quiero, lo que quieren muchos catala-nes (y mujeres, en el caso del aborto; puesto que es su pedazo de país, puesto que es su pedazo de cuerpo) es poder decidir, ya que se les plantea la duda. Me llama la atención que los que quieren votar que sí, se manifiesten, y los que votarían que no, se quejen de la manifestación: ya lo dice Albert Pla y no me refiero a que hay que matar a los de Podemos; lo que dice Albert Pla en una canción, hablando de su corazón, que se le escapa por las noches, es que hay que organizarse. Sí, exactamente, hay que organizarse: desde abajo hasta arriba. Para saber si Cataluña debe o no ser un estado hay que organizarse. Deben organizarse en el Parlament y debemos organizarnos nosotros: si queremos votar que sí, debemos manifestarnos; si queremos votar que no, debemos manifestarnos; si no queremos que nos confundan, hay que organizarse. Lo que no entiendo es esa tercera vía, el no voto: ¿por qué uno no va a querer organizarse para poder decir que no en las urnas? ¿Desde cuándo un español no quiere dar su opinión sobre algo, cualquier cosa?
De todos modos, el texto empezaba de otra manera, pero he querido hacerlo así, un poco literaria, para que se entienda que lo que yo pretendo es escribir, no opi-nar, que escritores columnistas hay de más —aunque esté especialmente sensibilizada con este tema, aunque sea una charnega en Cataluña viviendo un momento decisivo y crucial, aunque mi pedazo de cuerpo esté en este pedazo de hermosa tierra, aunque me avergüence de ciertos políticos y quiera gritarlo a los cuatro vientos: todo eso es indivisible de la escritora, pero no como escritora opino, porque mi opinión vale exactamente lo mismo como ciudadana que como escritora: nada. Pero el texto empezaba de otra manera. Decía: Mafalda acaba de cumplir cincuenta años y todavía se está riendo. Sí, se ríe en una viñeta desde que se levanta hasta que se acuesta cuando aprende el significado de la palabra «democracia». Se muere de la risa, qué gracia, qué simpáticos: Gobierno en que el pueblo ejerce la soberanía. Cincuenta años de risa, y los que nos quedan, Mafalda.

Rick’s Magazine 9N. Revista político cultural

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