Chitón. Esa fue la última palabra que Raymond Federman escuchó a su madre con trece años. París, 1942, una redada para detener a los judíos, para mandarlos a Auschwitz, para vivir lo atroz. De los tres hermanos, dos niñas y él, la madre eligió a Raymond para meterlo en un trastero con la ropa y los zapatos y decirle: chitón. Que se callara, que sobreviviera. Que, quizá, lo contara después. Cuando vienen los guardias a buscar a los Federman, Raymond oye como la madre dice que no está, que se ha ido al campo. Así se acaba la infancia para el niño del trastero, y también se acaba ahí su familia, y también el Holocausto. No la guerra, pero sí lo que era una muerte casi segura.
fíjate, lo que son las cosas. La otra noche estuve viendo un documental sobre niños que habían nacido en paritorios orientados a criar la futura raza aria, los proyectos de dirigentes nazis del futuro y poco después me encuentro con tu artículo. Las consecuencias para esos niños fueron bastante traumáticas. El dolor que se causó, que se causa a los niños en las guerras… Un abrazo
¿Dónde lo viste? A ver si lo puedo ver online…