Sin embargo, ninguna de sus
certezas valía lo que un cabello de mujer.
ALBERT CAMUS
María no ha ido nunca a una ejecución, y aunque al principio se negó a asistir a la del señor Meursault, como le llaman todos los periódicos, finalmente se dijo que no podía traicionarle así. María acude a la ejecución como a una cita y frente al espejo se maquilla, coquetea, se acaricia el pelo y lo coloca de esa manera en que se lo coloca ella —parece que no se ha peinado, pero sí.