Otras cosas que no son para contar

y él me dijo -ni te imaginas lo
guapa que está- y yo le dije que
me lo imaginaba perfectamente,
y era verdad.
CELSO CASTRO
Cuando dicen desde Libros del Silencio que ésta es una narración desbordante, no están utilizando la palabra desbordante con desgana. Ciertamente, “el afinador de habitaciones” y, hasta ahora, todo lo que he leído de celso castro (escribo su nombre en minúsculas no en un descuido, sino casi como un homenaje, una reverencia, puesto que él no usa las mayúsculas y mantiene una relación subjetiva, particular y celsocastrista con la puntuación). Sí, celso castro es absorbente, delirante, obsesivo… sí, desbordante. Su particular mundo se ve envuelto no sólo por su estilo más inmediato -el de la puntuación-, sino por la voz con que hila las historias. Perteneciente este libro a su serie «relatos del yo», que empieza con este libro y continúa con “astillas”, ya publicado en la misma editorial, la voz de ese yo es completamente inconfundible y envolvente. De una crudeza infantil y de una lucidez abrumadora, celso castro hace un recorrido por temas variadísimos: desde filosofía hasta música, pasando por ultratumbas, dios, la existencia, lo más cotidiano, el amor, as drogas… y esas cosas que no son para contar y que él, sin embargo, cuenta. Cuenta irremediablemente, como un chorro de palabras que brotan -parece- incansables e improvisadas, pero -parece- trabajadas y nada arbitrarias. El personaje de “el afinador de habitaciones” podría ser cualquiera de los personajes que construye celso castro; y esta afirmación, que podría ser un aspecto negativo de su creación, no lo es en absoluto: ese yo que se repite (no repetitivo) te va consumiendo las energías, las salidas, las alternativas. Sólo existe lo que celso castro se dedica a iluminar y tocar con una maestría que roza, a saber, la inexactitud, un lenguaje coloquial y adolescente, pero también un dominio asombroso de temas mucho más profundos y difíciles. Y, en cambio, después de transformarse en literatura celsocastrista, fáciles. Estúpidamente fáciles. Afortunadamente “el afinador de habitaciones”, que se compone de dos cuentos: “la cuervo” y el que da título a esta edición de Libros del Silencio, es una de esas historias que no van absolutamente de nada y, en el fondo, van de todo, van de la vida. Es una de esas libretas que Ana María Matute titularía con Cuaderno para contar la vida, y que el personaje de “el afinador de habitaciones”, a medias filósofo, a medias poeta, a medias sólo un tipo sensible y demasiado vulnerable, llama escombreras. Porque ahí están los restos de un chico de veintitantos años (la edad terrible) que busca, en el coñac, acabar con su ansiedad; en historias sentimentales caóticas, una solución para  canalizar su irregular y apasionada manera de quedar afectado por las cosas de los demás; en música, poesía y filosofía, un refugio donde rehuir las visitas de su difunta madre. Y todo ello con un despliegue de originalidad y estilo propio que no dejan de ser, sí, desbordante. Contagiado por esa ansiedad que persigue al yo de estas narraciones, uno acaba deteniéndose en las mismas nadeces que él (¿que celso castro o su personaje?), sufriendo y desvaneciéndose por los mismos trastornos, obsesionándose con la muerte, la vida, la muerte y la vida otra vez. Con una ingenuidad que es casi dolorosa, y con una lírica poética pero de estar en la calle y escupir porque es San Juan y estás buscando un tronco para dar comienzo a la hoguera -que este año sí, así sí-, celso castro tiene alzado para sí mismo un mundo subjetivo y abismal que, vuelvo a recurrir a las palabras de los editores, es difícil de encasillar. Lo cual no es un problema, sino todo un acierto, y entre las nuevas voces de la narrativa española, este autor que pretende pasar desapercibido y que llegó a publicar con seudónimo (m. de venganza), deja un rastro imborrable y muy, muy difícil de olvidar. No, no es una novela cualquiera, y tampoco es una novela, ni son cuentos, ni celso castro es cándido ni ingenuo, aunque lo parece en su voz, pero es «febril, moderna y original», dándoles a estas tres palabras un significado nuevo; uno sublime, que marea, que crea adicción. Que uno querría haber sabido crear antes que él; tener la fórmula para hacer creer que un estilo así es fácil: te sale. No, nada más lejos de la realidad. Nace, con la escritura celsocastrista, un giro bestial en la literatura.

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